miércoles, 25 de enero de 2012

TRISTE FINAL PARA TANTOS MONASTERIOS CONTEMPLATIVOS


Vista del Claustro del Monasterio de las Catalinas (Dominicas) de Málaga.


Parte del claustro utilizado por los frailes en estos últimos años en Málaga.

En muchas iglesias y monasterio encontramos en lo más encumbrado de sus torres una veleta. ¿Para qué esta veleta?. Dado el rumbo que ha tomado la vida contemplativa podría decirse que la veleta está colocada en el lugar más visible del Monasterio para que sus ocupantes nunca pierdan el Norte.

Veleta de una torre.

Quizás algunas monjas de clausura se quedaran mirando atentamente a la veleta para ver que vientos nos trae el destino, pero también puede ser que en muchos monasterios, dada la edad de sus ocupantes, los trabajos de cuidados de unas y otras, la paz que da el tener el sustento asegurado ahora que todas cobran la Seguridad Social, el relajamiento generalizado en toda la Iglesia, la influencia del mundo exterior, que en la Tv se mete en los monasterios y en las casas, tantas veces dañina como una serpiente y arrasadora de los valores como una apisonadora, cuando la mirada atenta ha de estar dirigida al corazón, a lo más profundo de uno mismo, al Evangelio, al Espíritu de la Orden; en fin, que lo cierto es que mucha culpa es el no encontrar las nuevas generaciones un modelo auténticamente evangélico que seguir y la sensación de “pinchazo” que ofrecen tantos monasterios como tantos conventos de frailes contemplativos y activos al presentar a la juventud una VIDA CONSAGRADA tan deslavada, desluciente, aguada, sin enjundia, que no llena y no solamente no llena, sino que tantas veces repele.
Una imagen de ello es este Monasterio de las Catalinas de Málaga, donde la gente no recuerda las muchas oraciones que en él se ofrecieron, sino los detalles de una monja sacando imágenes camino del anticuario como si la vida de todas las sobrevivientes dependiera de las cuatro perras que por ellas le entregaron.
Triste apéndice, aquí y allá, en Málaga o cualquier ciudad de España,  para lo que fue una vida y que ahora se quede en un amargo recuerdo al saber que esa imagen tan querida del templo, esa otra imagen que hacía parar en la esquina a tantos viandantes para rezar y santiguarse, todo eso y mucho más ha ido a parar en manos de anticuarios; ahora que en todos los monasterios están sobradas, y no como cuando en tiempos de la hambruna no quedaba otro remedio que vender una obra de arte para retejar el monasterio o para cerrar una penosa deuda.
Una pena, triste futuro para las contemplativas, y más triste futuro, si no hay cabeza, para las obras de arte de los monasterios.

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