Nos unimos al clamor universal de las Iglesias Cristianas y le pedimos al Señor que nos de un corazón humilde para que seamos capaces de reconocer a Cristo en los demás, de igual manera que nos gusta que sea reconocido en nosotros.
Necesitamos humildad para hacer creíble el Evangelio de Jesús. Difícilmente podremos dar palabras veraces y sentarnos en cátedras de autoridad si no mostramos al mundo un Cristo vivo capaz de unir a todos los cristianos tan rotos y dispersos que claman desde lo más profundo de sus corazones a los dirigentes de las iglesias humildad y unidad.
Es alentador ver el progreso que desde el buen Papa Juan XXIII se está haciendo por parte de nuestra Iglesia en este sentido. Pero aún así habría que dar pasos más firmes que motiven a la Cristiandad a llegar a tener un solo rebaño y un solo Pastor.
Como cristianos de a píe quizás poco podamos hacer, pero si animarnos a no perder la esperanza y a valorar profundamente el poder de la oración y colaborar con nuestras actitudes de cada día en este crecimiento hacia la plena unidad.
Tenemos en muestra Madre y Señora del Rosario un aliciente y motivo suficiente para no desfallecer en la lucha. A la unidad por María y de su mano.
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