domingo, 24 de junio de 2012

DEPOSITO DE CENIZAS EN LA FIESTA DE SAN JUAN

PARROQUIA DE SAN ANDRÉS DE ORMAS (CANTABRIA)

FESTIVIDADDE SAN JUAN BAUTISTA:





Enmarcado en esta gran fiesta del nacimiento de san Juan Bautista, hemos celebrado hoy en Ormas una emotiva Eucaristía, donde a continuación de la misma hemos depositado las cenizas de Vivi, mi cuñada, en el cementerio de Ormas, donde reposan los restos de mi padre Andrés.

A pesar de la carga emocional del acto he querido transmitir en la homilía un mensaje de ánimo y de esperanza a mi familia, pero dirigido, sin mencionarlo, especialmente a su hijo, mi sobrino Alejandro y sus muchos primos, que todos ellos rondan la edad de los veinte años.

Para conjugar los dos acontecimientos, la fiesta del día y el depósito de las cenizas he querido empezar haciendo mención de las palabras del Precursor al encontrarse con el Maestro: “Este es el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo”.

El anuncio del Profeta ya encierra la intención del Redentor, entre tanto animal no dice es un Lince, un León, un Toro, sino un Cordero, el cordero es el animal por excelencia usado desde siglos como ofrenda de sacrificio en la mesa del altar en el pueblo Judío, por tanto las palabras de Juan el Bautista ya indican cual ha de ser la misión del Salvador y el sacrificio por el que tenía que pasar, para arrancar del mundo el pecado y dar a la humanidad una posibilidad de esperanza.

Contemplando este sacrificio, el de la Pasión y la muerte de Cristo, y viendo la negatividad de nuestro tiempo al valor de este sacrificio, a la falta de valores cristianos, a la apatía religiosa, a la falta de FE, he resaltado la manera en que Cristo, con frecuencia, busca personas llenas de amor y de fe para que con su vida, con su pasión, con sus sufrimientos sintamos por medio de ellos la cercanía de su redención, y la necesidad de hacer que nuestro dolor, nuestra angustia, nuestros sufrimientos sean “redentores”. La enfermedad y la misma muerte no es una derrota, una desgracia, es una oportunidad para por medio de ella unirnos a la Pasión de Cristo y redimir, nuestras vidas han de ser vidas redentoras.

La vida de Vivi, con tantos años doblegada por la cruel enfermedad de la Esclerosis múltiple ha sido una lección para todos nosotros, nunca logró esta enfermedad arrancar de ella una queja, un porqué, ni siquiera tampoco apartar de su rostro una sonrisa, o privarnos de unas palabras de ánimo y esperanza.

Pero esta manera de vivir la enfermedad ha sido así por una razón, por su Fe, su AMOR al Señor, su confianza en él. Sin fe no se puede dar este testimonio que ella ha sabido dar, sin fe no se puede dar y no se sabría dar. Tienes fe luego testificas, es la realidad de la vida del cristiano de verdad.

A fin de cuentas ante la muerte uno puede tomarse quizás la arrogancia de preguntar: “Muerte, ¿donde está tu victoria?”. No, no hay derrota. La muerte del que tiene fe siempre es un triunfo, porque está unida al Vencedor, a Cristo, porque Dios es un Dios de Vivos, no de muertos.
Descansa en paz, hermana VIVI,

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