sábado, 11 de octubre de 2014

DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO A.




 

 

Muchos son los llamados y pocos los escogidos



Lectura del libro de Isaías 25, 6-10a

Aquel día,
el Señor de los ejércitos preparará para todos los pueblos, 
en este monte, un festín de manjares suculentos, 
un festín de vinos de solera; manjares enjundiosos, vinos generosos. 
Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, 
el paño que tapa a todas las naciones. 
Aniquilará la muerte para siempre. 
El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros, 
y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país. 
- Lo ha dicho el Señor -. 
Aquel día se dirá: «Aquí está nuestro Dios, 
de quien esperábamos que nos salvara; 
celebremos y gocemos con su salvación.
La mano del Señor se posará sobre este monte.»

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 4, 12-14. 19-20

Hermanos:
Sé vivir en pobreza y abundancia. Estoy entrenado para todo y en todo: la hartura y el hambre, la abundancia y la privación. Todo lo puedo en aquel que me conforta. En todo caso, hicisteis bien en compartir mi tribulación.
En pago, mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su espléndida riqueza en Cristo Jesús.
A Dios, nuestro Padre, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 22, 1-14

En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
- «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran:
"Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda.
Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos.
El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados:
"La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda."
Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales reparo en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo:
"Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes."
Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.»
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Jesús habla a los jefes del pueblo judío, a los Senadores y Sacerdotes del Templo, dirige esta parábla a esa gente que por su puesto y posición social se “sienten” importantes, pero que a pesar de ello también nos viene muy bien a nosotros pueblo humilde y llano de dios en este nuevo tiempo, en este siglo XXI.

Ya en la primera lectura el Profeta Isaías nos habla de un festín que Dios ofrecerá a todos los pueblos, a todas las razas, un festín para todos, donde nadie es excluido, estará fuera de esta invitación solamente aquel o aquella que rechacen tal invitación, es el tema que también nos ofrece el Señor Jesús en la Parábola del Evangelio de hoy, donde los que sirven al Señor salen a los caminos, a las plazas, a las encrucijadas para invitar a todos al banquete, ya que aquellos a los que estaba destinado el banquete rechazaron la invitación y el Señor les quitó esa invitación a ellos y nos la ha dado a nosotros.

Pero esta invitación del Señor va mucho más allá de una mera invitación al banquete, es una invitación a LA VIDA, una vida plena, una vida escondida en Cristo Jesús, una vida que transciende esta vida donde el Señor cumplirá plenamente su PLAN DE SALVACIÖN para todos los hombres u mujeres de todos los tiempos. Él y no nosotros preparará un lugar para nuestro regocijo con el Señor. Él aniquilará la muerte, el mayor enemigo del hombre, la derrota del pecado, el fracaso de la humanidad. Esto ya no importará, su ruina será nuestra victoria. Por último Él enjugará nuestras lágrimas, se habrá terminado nuestro dolor y nuestro luto, todo será ya gozo y alegría, El Señor lo hace todo nuevo y a nosotros también nos hace nuevos.

Aunque la lectura es clara y fácil de entender choca quizás un poco a ese que le apartan de la fiesta por no tener el traje adecuado, hemos dicho y así lo afirmamos que la invitación del Señor es para todos, por tanto no puede haber nadie excluido, pero esto del traje es muy importante. Si ciertamente escuchamos al Señor y aceptamos su invitación al Reino de Dios tenemos que revestirnos del amor de Dios, si nos falta el amor no somos de Dios, no estamos con Él, no formamos parte de su plan de salvación para la humanidad.

Vistamos pues ese traje festivo para que cuando en la encrucijada de nuestra vida el Señor nos llame a su Reino estemos más que preparados para entrar en su banquete, para que cuando se abran las puertas nos digan con alegría e ilusión: “Amigo, hace tiempo que te estábamos esperando, pasa al banquete, que te tenemos reservado un puesto importante, porque tú eres muy importante para nosotros”.




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