viernes, 4 de septiembre de 2015

DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B.






“HACE OÍR A LOS SORDOS Y HABLAR A LOS MUDOS”

Nuestro Dios, nos dice el Profeta Isaías, trae el desquite. Él hará que los ojos del los ciegos vean y que los oídos de los sordos oigan, Él cambiará nuestro corazón. Pero ¿nosotros queremos cambiar?.

La PALABRA DE DIOS que escuchamos cada domingo tiene que ser escuchada por nosotros, pero el fin de esta Palabra no es la escucha, el fin es nuestra propia transformación. Si no prestamos atención a la Palabra ¿Cómo vamos a transformarnos?, ¿como vamos a cambiar?

Esta línea del Profeta, que como veremos a continuación la remacha y la hace propia Jesús en el Evangelio va también con el pensamiento del Apóstol Santiago en la segunda lectura cuando nos habla de no tener en nuestra vida acepción de personas pues si despreciamos a otro por considerarlo inferior en cualquier sentido a nosotros estamos despreciando a Dios que tiene predilección por los pobres, los afligidos, los marginados por la sociedad, los despreciados de este mundo.

“Todo lo hace bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.

Cuando llegará la hora de que los cristianos de este siglo XXI seamos capaces de interpelarnos a la LUZ DE LA PALABRA DE DIOS. ¿Acaso no podemos darnos cuenta que la Palabra que proclamamos no es solamente para gente que vivieron en el tiempo de Jesús y sí nos cae como anillo al dedo para nosotros, nuestra situación mundial, nuestro pasotismo ante los problemas de la EMIGRACIÓN, nuestro mirar para otro lado y preferir seguir siendo sordos y ciegos ante los gritos de clamor de los perseguidos, los desterrados, los abandonados por sus gobiernos, los pobres del Señor?.

Sordos y mudos. La triste realidad que nos rodea. Aquellos, los del Evangelio le rogaban al Señor que curara su mal, nosotros voluntariamente taponamos nuestros oídos para no oír, porque nos “molesta” y vendamos nuestros ojos para evadirnos de nuestra realidad y así tener una excusa y poder decir el día del juicio al Señor: “Pero señor, ¿cuando pasó eso?, ¿cuando moría tanta gente en el mar escapando de su miseria?, ¿cuando negamos acogida a tanto emigrante desesperado, perseguido y masacrado en Libia por ser CRISTIANOS?. YO NO ME ENTERÉ DE ESO, YO NO LO VI, YO NO ESCUCHÉ ESOS GRITOS DE CLAMOR.

Pobres. Dirá el Señor: SORDOS Y MUDOS teniendo la cura al lado, pues Él es quien puede curar nuestra sordera, Él es quien puede despejar las “sogas” de nuestra garganta para que gritemos a pleno pulmón “Señor, estoy aquí, ¿que puedo hacer?.

1 comentario:

  1. Tampoco hoy sabemos interpretar la Palabra de Dios ni los acontecimientos de cada día.. Escuchar es abrir el corazón al clamor de los pobres y los marginados, prestar atención a las necesidades de los hermanos que sufren por causa de la guerra; que han perdido casa y familia, y en su desesperación huyen sin saber a qué lugar... No podemos decir que tenemos una relación personal, intensa con Jesús si no vamos en busca de nuestros hermanos, de una forma o de otra y les dispensamos nuestra ayuda según nuestras posibilidades.No podemos sentirnos cristianos si no nos abrimos a los demás y vivimos en comunidad fraterna, si no somos capaces de mirar a nuestro alrededor, si no dejamos nuestras comodidades.

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