viernes, 17 de mayo de 2019

QUINTO DOMINGO DE PASCUA DEL CICLO C.



“OS DOY UN MANDAMIENTO NUEVO, QUE OS AMÉIS UNOS A OTROS COMO YO OS HE AMADO”

Queridos amigos lectores, vamos caminando en la Pascua hacia Pentecostés, la gran fiesta de la Iglesia, y lo seguimos haciendo acompañados de la luz del cirio pascual, señal de que Cristo resucitado está con nosotros, está en nosotros, en nuestro corazón. Él VIVE, y vive para que nosotros tengamos vida, una vida en Cristo el Señor y escondida en Dios que lo es todo, lo puede todo y lo abarca todo.

En la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles seguimos avanzando en el conocimiento de la primera Comunidad cristiana, en como va progresando ahora con la ayuda de Pablo, quien antes con tanta saña la perseguía. Nos dice cosas que sabemos muy bien, como que para llegar al cielo hay que pasar por muchas tribulaciones, no estamos en tiempos tan diferentes, hoy en día para muchos todo es cuesta arriba, son muchos los que flaquean y muchos los que pierden la fe. 

Es de gran importancia en esta lectura el hecho de que Pablo y sus compañeros comunican a la iglesia de Antioquía que con la acción de Dios habían abierto a los gentiles la puerta de la fe. Ya no es el anuncio de esa fe en el Señor solamente para el pueblo y las comunidades judías, ahora es para los gentiles, para los no judíos y Dios hace prodigios en ellos para confirmarles en su decisión.

En la segunda lectura tomada del Apocalipsis nos hablan del cielo nuevo y la tierra nueva, no es solamente el cielo, es más que el cielo, para el que tiene fe, para el que está en Cristo el cielo ya está aquí con él. Dios mora entre nosotros, en nosotros, es Dios con nosotros, Dios en nosotros, en nuestro corazón y aunque aún tenemos muchos momentos de oscuridad tenemos que avivar nuestra fe para que pase la luz.

Recuerdo una historia muy bonita de la segunda guerra mundial. Al final casi de la guerra una mujer alemana había perdido todo con los bombardeos, padres, marido, solamente había sobrevivido ella con dos hijos, chico y chica. En esos momentos de desesperación y de locura corrieron y corrieron para alejarse de las bombas. Llegados a pueblo totalmente destrozado se refugiaron en una iglesia que había sido muy grande y bonita. Por la mañana, al despertar el hijo, asombrado por la luz que entraba por una gran vidriera de grandes figuras y mucho colorido tira de la falda de su madre para captar su atención, preguntándole que era eso. La madre mirando un segundo hacia arriba le contestó a su hijo, “eso es Dios”. Pasando los años siendo universitario el joven, hablando con otros jóvenes discutían sobre la existencia de Dios y como era Dios, este joven dijo: Dios es una intensa luz que al pasar por una ventana se transforma en inmensos colores. No deja de ser una bonita definición de lo luminoso que es Dios.

Que el mandato que el Señor nos da en el Evangelio sea esa luz que nosotros necesitamos para ver con claridad y comprender que sin el amor ya estamos muertos, solamente el amor nos hace libres, amémonos pues los unos a los otros para que la felicidad que Dios nos da se haga vida en nuestros corazones. ¿Realmente somos reconocidos por la gente como discípulos del Señor por nuestro amor?, si no hay amor en nuestras vidas estamos quitando la luz de Dios, estamos construyendo un mundo de tinieblas, no dejemos que esto ocurra, que como ese niño que contempla la vidriera nosotros seamos capaces de contemplar la grandiosidad de Dios manifestada en nuestros hermanos y dada a conocer por el amor.

Feliz Domingo.

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