jueves, 27 de diciembre de 2012

LA SAGRADA FAMILIA: JOSÉ, MARÍA Y JESÚS.

La Sagrada Familia de Barcelona

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 2, 41-52
Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua.
Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre, y cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
Estos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca.
A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas: todos los que le oían, quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:
–Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.
El les contestó:
–¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?
Pero ellos no comprendieron lo que quería decir.
El bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad.
Su madre conservaba todo esto en su corazón.
Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.

 Siguiendo la tradición y las pautas marcadas por la fe, Jesús y sus padres iban a Jerusalén cada año como nos dice el Evangelio de Lucas,  iban en peregrinación. Así era la costumbre.
 Y en aquel  año que Jesús cumplió los doce, ocurrió algo singular. Algo que quedaría marcado en el corazón de María para siempre. Después de pasar  los días necesarios  en Jerusalén, y habiendo  comenzado el regreso a Nazaret, José y María echaron en falta  a Jesús en la caravana con la que volvían a casa sus familiares y amigos.
 María y José seguros de que el niño no iba con ellos, dieron la vuelta a Jerusalén, y después de bastante tiempo le encontraron en el Templo, en medio de los Doctores, hablando con ellos, sobre asuntos de La ley y la religión de los judíos.
 Estaban admirados de sus palabras. María le dijo : Hijo, ¿por qué nos tratas así? Y Jesús le contestó : ¿No sabéis que debo estar pendiente de las cosas de mi Padre? No le entendieron muy bien lo que quiso decirles. Pero Jesús bajó con ellos a Nazaret y siguió a su lado, creciendo en edad, saber y bondad.
 
“Las palabras de Jesús en el evangelio de hoy expresan su vocación y conciencia de filiación con el Eterno. Su “deber” consiste en “estar en la Casa de su Padre”. Habitado Él mismo por el Espíritu, con esas palabras resume todo su futuro trabajo, sufrimiento y gloria.
La fiesta de la Sagrada Familia es buena ocasión para reconocer la importancia de la familia en la sociedad. La familia, sostenida por el pilar de los esposos, refleja a su manera la vida comunitaria que existe en Dios (Uno y Trino), al crear al varón y la mujer. Desde su origen, la comunidad cristiana se ha caracterizado por defender y proteger el valor de la familia según el proyecto de Dios, entendida como una comunidad de vida y amor. Ya en tiempos de las comunidades primitivas, los cristianos afirmaban que la transmisión de la vida no sólo era un acto de reproducción de la especie, sino un modo de colaborar con Dios en su historia de salvación. Crear, transmitir y cuidar con dignidad la vida humana nos asemeja al Creador, fuente de toda vida.
Las lecturas de hoy, si bien reflejan la mentalidad de la época en las que fueron escritas, contienen valores imperecederos. Hablan del valor de la paternidad y maternidad. Invitan a honrar al padre y la madre; a dialogar y escucharse en la familia; a reconocer el papel de cada miembro del hogar; a ejercer la solidaridad intergeneracional. Pero por encima de todo, la Palabra de hoy insiste en que sean el amor y el perdón los ceñidores de la unidad consumada. Sin amor o sin perdón, sin escucha o diálogo, ¿qué familia puede superar las dificultades”.  Comentario al Evangelio de  Fray Xabier Gómez García, O.P.

 
Ciertamente que son muchas las dificultades que atraviesan los matrimonios, pero también es cierto que dificultades han existido siempre, luego podemos preguntarnos ¿donde están esas dificultades? o ¿en qué consisten?. Lo que si es cierto que esta sociedad ya no es la que era hace cincuenta años atrás, ahora se comparten trabajos, las profesiones están al alcance de todos, la igualdad del hombre y la mujer aunque por desgracia aún no es algo ya conseguido, ya se ha logrado mucho, y todos estos logros han facilitado que de de un cambio en la manera de vivir en familia o de ver las necesidades de cada familia y las respuestas de los esposos ante los problemas y retos de sus propias familias.
Ya no es el hombre en que genera el bienestar y la mujer la que trabaja en la casa. Ahora ambos comparten responsabilidades económicas y por tal razón ambos han de compartir los trabajos del hogar. No se puede pensar hoy en día en que el hombre que llega cansado de su trabajo encuentre en su hogar a una esposa solícita, que aunque ella también llegue a casa cansada de su trabajo tenga que poner las zapatillas al pobre marido y hacerse ella sola cargo de todo lo demás, eso es imposible.
Urge el compartir los trabajos.
Pero éste no es solo el problema ni el más urgente. Sigue siendo un grave problema la falta de diálogo en la pareja y en la familia, también los padres y los hijos han de dialogar, y han de buscar campos de diálogo, y espacios para el diálogo.
El ser conscientes de que algo ha cambiado a partir de la boda, el que los amigos han de quedar en un segundo lugar, lo mismo que los mismos padres, que en tantas ocasiones siguen intentando dominar a la nueva pareja, e imponer sus criterios y su manera de hacer las cosas, cuando tienen que respetar a la pareja y saber desligarse de ellos y dejar que sean ellos los que marquen las pautas a seguir en su nuevo estado.
En resumen, cambiarán las épocas, las costumbres, pero no cambia la  responsabilidad de los esposos y el respeto mutuo entre ellos y de ellos a los hijos y de estos a sus padres. Tampoco cambia el espíritu de sacrificio, que hace que la pareja tome opciones en la vida y tenga que dejar por el camino cosas que son apetecibles, pero que a la larga experimentarán recompensa. 
Una cosa es cierta, los jóvenes tienen que valorar el tiempo del noviazgo como tiempo esencial para la preparación para el matrimonio, y valorar y sí se está valorando, el curso pre matrimonial que la Iglesia ofrece a las parejas como toma de conciencia de la responsabilidad que contraen con el Sacramento del matrimonio.

 

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