lunes, 24 de diciembre de 2012

“In principio erat Verbum, et Verbum erat apud Deum, et Deus erat Verbum…”

Cristo: Eterna Palabra del Padre



Lectura del santo evangelio según san Juan 1. 1-18
En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra habla vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Éste es de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.”» Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

La Palabra, Luz de Dios, se hizo carne y acampó entre nosotros:


Fray Manuel Ángel Martines Juan ,Doctor en Teología en Salamanca, en su comentario bíblico que publica en el portal de La Orden de Predicadores, comenta: “En la misa del día de Navidad se nos invita a meditar el prólogo del Evangelio de san Juan. Se dice que fue tan grande la devoción de los fieles a este pasaje, que llegaron a honrarlo como una reliquia y a valerse de él como si se tratara de un sagrado talismán. Hacia el siglo XII comenzaron a recitarlo algunos sacerdotes, por pura devoción, mientras volvían a la sacristía y se quitaban los ornamentos. Luego, a causa del ruego de la gente, sobre todo de las mujeres devotas, consintieron en recitarlo en el altar, primero en voz baja, y luego en alta voz, hasta que por fin, san Pío V lo incorporó definitivamente a la misa; de modo de que antes de la última reforma litúrgica la Eucaristía concluía siempre con la lectura de este profundo pasaje evangélico .Es de los pocos pasajes del Nuevo Testamento que afirman claramente la divinidad de Jesús.”

Recuerdo en mis años de juventud, en el pueblo de Yauco, que con mucha frecuencia venía gente al templo parroquial o a la casa parroquial para pedir la bendición y se les leía este Prologo de San Juan.

Esa eternidad divina viene a los suyos, al pueblo por siglos preparado por Dios, al pueblo elegido, al pueblo que con tanto orgullo ha cantado las alabanzas y los salmos al Dios Uno, Único y Verdadero. Pero que en la HORA final, después de tanto esperar, no le reconocen, se les escapa, pierden la oportunidad. Se alejan de la Promesa del Padre.

Pero ojo, no pensemos que este “despiste” del pueblo judío es algo que se dio únicamente entre los judíos del tiempo de Jesús, esta situación se repite en todos los tiempos, pero con una mayor insistencia en nuestros días, y no como antes, por falta de conocimientos, sino más bien por apatía, por falsedad, por malicia, por desenfreno, o por una especie de maldad o rabia contra Dios y contra todo lo que pueda recordar esta Bondad Divina que está en los hombres de buena voluntad, en los corazones nobles, en las almas sencillas que buscan de Dios y su Justicia.
Pero por más que griten que Dios está muerto, o dormido o ausente, no lograrán convencernos, Dios está entre nosotros, vino en la humildad de nuestra pobre carne a nuestro mundo gracias al Sí de una joven doncella que lo acogió en su seno virginal y nos lo entregó a la humanidad en el pesebre de Belén, en pobreza radical, como abandonado por todo y por todos, como indicando esa otra situación treinta y tres años más tarde, cuando muriera en una cruz de la misma manera, con el mismo abandono aparente y en la misma soledad.

Los hombres necios piensan que con taparse los ojos tapan al sol, pero eso no puede ser, es imposible, simplemente no ven el sol porque tienen la mano encima de su nariz, pero el sol está ahí, donde siempre. Por más que alguna minoría, aunque creciendo, intenten opacar la Luz del Mundo, Cristo Nuestro Señor, no lo podrán conseguir, porque Él es el Sol de Justicia que alumbra a todo hombre. La Palabra de Dios hecha carne que permanece por siempre, y que vino a nosotros para confortar, animar, vivificar nuestra naturaleza humana, pobre y enferma por el pecado y a dar vida, una vida que sobrepasa todas las expectativas de la misma humanidad, la Vida Eterna. Porque nos dice San Juan en este Prólogo: “Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad”.
Cuantas gracias hemos de dar a Dios nuestro Padre diariamente por esta manera tan sencilla de darnos su VIDA, de cambiar y tanto nuestra pobre existencia, de transformar y de tal manera nuestra vida mortal al darnos con la fuerza de su amor el poder de optar por una vida que nunca termina, que permanece para siempre unida a Él en el cielo, en ese Reino Nuevo que este Verbo del Padre nos ha regalado con su nacimiento, con su vida, con su Cruz y con su Resurrección.

En este año de la Fe que la Palabra eterna de Dios ilumine nuestras mentes y nuestros corazones para que la Palabra que es la Luz del Mundo permanezca encendida en todos los corazones de buena voluntad, y así no se apague ni se opaque ni se distorsione la Fe verdadera de Cristo el Señor en nosotros y en todo el mundo. AMEN.
Cristo Luz de Dios que alumbra a nuestro Mundo.

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