viernes, 6 de junio de 2014

Domingo de Pentecostés Ciclo A.






“Como el Padre me envió, así os envío yo...”


Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 2, 1-11

Primera lectura:

En este texto del libro de los hechos de los apóstoles, Lucas pretende describir el acontecimiento más importante después de la Ascensión: la venida del Espíritu Santo. Esto significa el punto de partida de la misión universal de la Iglesia. Dios nos envía a proclamar la Buena Nueva. La Novedad de su presencia en medio de la Comunidad, en nuestros corazones. Escogemos este Párrafo de la Primera lectura para nuestra meditación:


“De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería”.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12, 3b-7. 12-13

Segunda lectura:

La comunidad de Corinto, a la que Pablo le escribe en esta ocasión, está pasando por dificultades: hay divisiones entre sus miembros. La lectura nos ayudará a discernir si las formas de enfrentar las dificultades son o no del Espíritu de Cristo.

”Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.
Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo”.

Lectura Tercera lectura:

El Evangelio de hoy, nos presenta una escena de las apariciones de Jesús a sus Apóstoles: “Paz a vosotros”. Contemplamos a Jesús deseándonos la paz y enviando a los suyos el don del Espíritu Santo y a cada uno de nosotros  enviándonos a todos los rincones y cada corazón para atar y desatar. Para dar su paz, para anunciar su Reino, para ser otro CRISTO en medio de la Comunidad de creyentes y testificando atraer a todos hacia el corazón de Dios.

 

 Del santo evangelio según san Juan 20, 19-23

 

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
–«Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
–«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. »
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
–«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. »

Secuencia de Pentecostés

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo Padre amoroso del pobre,
don en tus dones esplendido; luz que penetra las almas; 
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma 
descanso de nuestro esfuerzo, 
tregua en el duro trabajo, 
brisa en las horas de fuego, 
gozo que enjuga las lágrimas 
y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma, 
divina luz, y enriquécenos. 
Mira el vacío del hombre 
si tú le faltas por dentro; 
mira el poder del pecado 
cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía, 
sana el corazón enfermo, 
lava las manchas, 
infunde calor en el hielo, 
doma el espíritu indómito, 
guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones 
según la fe de tus siervos. 
Por tu bondad y tu gracia 
dale al esfuerzo su mérito; 
salva al que busca salvarse 
y danos tu gozo eterno.

“Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor. 
Aleluya”


Comentario:


Hoy celebramos la fiesta de Pentecostés.El mundo se renueva de alegría, se renueva la faz de la tierra. Nos dice el Himno de Laudes que esta es la hora en que rompe el Espíritu el techo de la tierra, y una lengua de fuego innumerable purifica, renueva, enciende, alegra las entrañas del mundo.

“Creo en el Espíritu Santo”, decimos en la profesión de fe. Y creer en el Espíritu Santo supone un estado permanente de revisión y renovación. Pentecostés es un buen momento para darnos cuenta de quién manda en nosotros, en nuestras vidas. Nuestra vida está orientada, -tiene que estarlo-, por el Espíritu de Cristo, de lo contrario habremos descendido a estar orientados por el espíritu individualista y consumista de nuestra sociedad post-moderna, que mata la Vida plena que Él nos da, aniquila la obra creadora del Espíritu, nos lleva a un camino sin retorno de guerras, divisiones, desuniones, es decir, todo lo que es contrario a la fuerza pacificadora y unificadora que es Don de Dios. El enemigo siembra la desunión, las tinieblas, la maldad en el corazón del hombre.

Siguiendo con el Himno de Laudes, celebramos la fiesta de la Fuerza que pone en píe a la Iglesia en medio de las plazas y levanta testigos en el pueblo, para hablar con palabras como espadas delante de los jueces. Él es la llama profunda que escrutas e iluminas los corazones de los hombres: Restablece la fe con tu noticia, y el amor ponga en vela la esperanza, hasta que el Señor vuelva.

Celebramos en día del nacimiento de la Iglesia con ilusión siempre renovada. La presencia de nuestro Papa y Pastor bueno nos confirma y anima a vivir el Evangelio desde un espíritu pobre y sencillo, un corazón seráfico, así, al estilo de San Francisco, al estilo de Santo Domingo, al estilo de los Santos, que precisamente llegaron a santos por tener este corazón humilde y sencillo. En nuestra Iglesia nunca, y más en nuestros días NO TIENEN CABIDA LOS CORAZONES ALTIVOS Y ARROGANTES, ni en los Pastores ni en el Rebaño. Pero no siempre hemos sabido estar a la altura de miras que el Papa Francisco quiere para su Iglesia, la Iglesia que no es ni de él, ni de los Cardenales ni incluso de los Obispos, es la Iglesia de Cristo, por eso necesitamos pedir perdón. Perdona, Señor, nuestra ineficacia de cristianos opacados y cobardes, y danos la fuerza de tu Espíritu para anunciar hoy a Cristo como esperanza de la humanidad y verdad que vence la mentira, como paz y libertad que fundamenta la dignidad humana, como vida que supera la muerte, el desamor y la opresión, como amor y fraternidad que derrotan al odio y la violencia, como única liberación, capaz de crear personas libres que aman”(*). No nos cansemos nunca de decir:

¡Ven, Espíritu divino! Llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego perenne de tu amor¡”.

(*)
(Esta última oración está tomada de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 103)



                        


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