domingo, 21 de enero de 2018

DOMINGO TERCERO DEL TIEMPO ORDINARIO DEL CICLO B.


“CONVERTIOS Y CREED EN EL EVANGELIO”

Una vez más el señor “pasa” a tu lado pero no sigue de largo, se para, te mira y te llama y te invita a ser parte activa de su REINO.
La primera lectura con la historia de Jonás ya nos habla de esa pasada misteriosa del Señor, llama, NOS LLAMA A LA CONVERSIÓN, A SER MEJORES, a hacer mejor las cosas, a poner más espíritu en lo que hacemos, decimos e incluso en lo que pensamos, convertirnos es buscar el cambio, es reconocer los errores, poner solución a nuestras equivocaciones, valorar más las cosas de Dios en nuestras vidas y en las vidas de aquellos que nos rodean.

Esta llamada del Señor a convertirnos nos tiene que llevar como a los ninivitas a actuar y pronto, a cambiar nuestras vestiduras de apariencias o de sepulcros blanqueados en hombres y mujeres auténticos que de verdad valoran el Reino de Dios y quieren escapar de las tentaciones del enemigo para poder disfrutar de esa paz, amor, armonía que solamente pueden tener los que están con una conciencia limpia que no les acuse de sus malas acciones.

San Pablo en su carta a los Corintios nos dice cosas que a primera vista nos desconciertan, pero que pensando un poco nos aportan soluciones. En primer lugar comienza diciendo que “el momento es apremiante”, que es ahora, no más tarde ni mañana cuando tenemos que dar ese cambio a la dirección que lleva nuestra vida, mañana puede ser ya tarde.

En segundo lugar, eso de que “los que tengan mujer, que vivan como si no la tuviera, los que lloran, como si no lloraras, los que están alegres, como si no lo estuvieran…” nos está hablando de nuestra vida cotidiana, pero de nuestra vida DE CRISTIANOS. El cristiano es, pero no es de este mundo, estamos en el mundo pero no nos podemos ni identificar como mundanos ni ser del o para el mundo, nuestra ciudadanía no es la terrenal, somos ciudadanos del cielo.

Es natural que entre nosotros los cristianos el trabajo, los problemas, los quehaceres formen parte de nuestro día a día, pero nuestra vida no está destinada para los años que vivamos aquí en la tierra, estamos destinados para el cielo, pero para lograr esto, para no dejarnos dominar por el mundo, hemos de tener mucha fe en Dios y vivir ese día a día con profunda radicalidad, poniendo el acento no en lo que es “cotidiano” para los mundanos y sí poner todo el acento en lo que es propio del CREYENTE.

Recuerda la historia de Abrahan, cuando el Señor lo llama le ordena: “Sal de tu tierra”, es decir, sal de ti mismo, de tu vida, de tus proyectos, de tus quehaceres y ambiciones y de tu entorno,  lánzate a la aventura de encontrar una nueva tierra, de cruzar desiertos, de llegar al PARAÍSO.


Esta es la aventura de la llamada que Marcos, 1,14-20 nos narra en el Evangelio de este Domingo, una aventura que pasa por dejarlo todo, pero más importante aún “dejarse abandonar en los brazos de Jesús”, dejar que sea Él quien guíe nuestros pasos, poner toda nuestra vida en sus manos, confiando en que con Él encontraremos el puerto que lleve nuestra nave a esa nueva tierra y nuevo cielo que es la salvación. Que el Señor os bendiga y feliz Domingo.

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