sábado, 9 de noviembre de 2013

Domingo XXXII del tiempo ordinario. Ciclo C:


En la otra vida seremos como Ángeles.


Lectura del santo Evangelio según San Lucas 20, 27-38

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección y le preguntaron:
Maestro, Moisés nos dejó escrito: «Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano.» Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.
Jesús les contestó:
–En esta vida hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos, no se casarán. Pues ya no pueden morir., son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: «Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob.» No es Dios de muertos sino de vivos: porque para él todos están vivos.

 

¿Qué nos dice el Texto de este Evangelio que hoy meditamos?

Sólo Dios, que llama permanentemente a los seres humanos de la muerte a la vida, puede ayudarnos a penetrar en ese misterio y en las consecuencias concretas que implica aceptarlo.
  • Son hijos de Dios porque han resucitado: ¿Hasta qué punto esta meta que me espera me anima a vivir con mayor confianza?
  • No es un Dios de muertos, sino de vivos. ¿Cómo descubro en mi vida cotidiana que Dios me conduce hacia la resurrección final y me hace cada día más su hijo(a)?
  • El saber que en la otra vida, seremos como ángeles, que estaremos en la presencia de Dios, para participar de su vida y así ser plenificados en su amor, esto, ¿me ayuda a vivir con más convicción, con más alegría e intensidad aquello que creo? El saber que estoy llamado a estar delante de Dios, ¿me da fuerzas para dar testimonio de lo creo y así mostrar con mi vida que el Señor es todo para mí?
  • Todos viven por Él. ¿En qué aspectos me ayuda el pasaje de hoy a confirmar mi esperanza en la resurrección de los muertos?



Hombres y mujeres, más allá de la muerte, se convertirán, gracias a la resurrección, en hijos de Dios. Moisés mismo ya transmitía la certeza de que los muertos resucitan.  El Señor se reveló a Moisés como Dios de los Patriarcas, y, para Él, éstos están vivos.  No es Dios de muertos, sino
de vivos.

La liturgia conduce hacia el final del año litúrgico, que culminará con la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, en la cual le contemplaremos crucificado, abandonado de todos, entregando su vida en las manos del Padre. Jesús está en la ciudad santa de Jerusalén, y sabe bien que todos los profetas mueren en ella.

Las  palabras de Jesús tienen sabor a eternidad, a vida resucitada, a abandono
en las manos del que decide quien es digno de heredar el Reino de los cielos, el Padre.

Dice el Papa Francisco a los jóvenes: “Cristo les ofrece espacio, sabiendo que no puede haber energía más poderosa que esa que brota del corazón de los jóvenes cuando son seducidos por la experiencia de la amistad con él. Cristo tiene confianza en los jóvenes y les confía el futuro de su propia misión: «Vayan y hagan discípulos»; vayan más allá de las fronteras de lo humanamente posible, y creen un mundo de hermanos y hermanas. Pero también los jóvenes tienen confianza en Cristo: no tienen miedo de arriesgar con él la única vida que tienen, porque saben que no serán defraudados”.







Demos gracias al Dios de la vida por todo lo que nos obsequia en ella:

¡Acuérdate, Jesús, Verbo de vida,
de que tanto me amaste, que moriste por mí!

También yo quiero amarte con locura,

También por ti vivir y morir quiero yo.

Acuérdate, Señor, de que es tu santa voluntad mi dicha
y mi único reposo.

Sin temor en tus brazos me duermo y abandono,
Divino Salvador.

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