viernes, 4 de enero de 2013

LA EPIFANÍA DEL SEÑOR



 

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo 2, 1-12

Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes.
Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
«¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo. »
Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías.
Ellos le contestaron:
«En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta:
"Y tú, Belén, tierra de Judea,
no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea,
pues de ti saldrá un jefe
que será el pastor de mi pueblo Israel."»
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:
«Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo.»
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.
Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.


De muy lejos llegaron a Belén unos sabios, dicen que venían de Oriente, se les veía como hombres extraordinarios, con riqueza y con poder, por eso empezó en algún momento a llamárseles “los Reyes Magos” o “los Magos de Oriente”, que, cuando encontraron a Jesús, se pusieron de rodillas ante él y le ofrecieron unos regalos, algo representativo de sus tierras, y algo que representaba ese niño que tenían ante ellos en aquel lugar de Belén, unos regalos delicados: oro porque el Niño era REY, incienso por ser este NIÑO DIOS y mirra por ser un HOMBRE como somos nosotros.
 Este día, conocido como el día de los Reyes, celebramos que Jesús es alguien importante para todos -también para los de muy lejos como los sabios de Oriente- y no sólo para algunos pocos como creían los judíos. A veces, muchos que vienen de lejos nos dan lecciones a los de cerca. Ellos sí que encontraron en Jesús al rey que buscaban. ¡Felices y afortunados ellos! Ojala que nosotros que creemos estar tan cerca de Él al final del camino no nos quedemos a miles de kilómetros de distancia, pues en muchas ocasiones vamos como ciegos buscando novedades que vienen de fuera, nos hacemos dueños de fiestas de otras religiones y de otras culturas, pensando que son muy buenas, muy originales, muy como para nosotros, y abandonamos las cosas, las costumbres, las tradiciones de lo nuestro pues como que nos cansa, nos aburre, nos crea apatía.


Este comentario de Fr. Cesar Valero Bajo O.P. tomado de la página de la Orden de Predicadores y titulado  “La Luz nos llama a ser luz,  nos describe con toda claridad el centro de lo que es la Fiesta de la Epifanía del Señor:

Los magos, escrutadores de la inmensidad, encuentran por fin hoy la causa de su estrella. El Niño que ha nacido es Luz para lo oscuridad de su perplejidad, es Respuesta para sus interrogantes más profundos, es Descanso para su peregrinar inquietante. Por eso, “cayendo de rodillas, lo adoraron”.
La Luz que es el Señor Jesucristo hoy se nos ofrece a todos. También hoy las tinieblas cubren la tierra de no pocos corazones humanos, zarandeados y angustiados por la zozobra de un futuro incierto. Quizás cada uno de nosotros, los que ahora leemos esta reflexión, también tenemos en las honduras del ser nuestros recovecos personales de oscuridad: desconfianza, temores, egoísmos recalcitrantes, tristeza de origen difuso, insatisfacciones inconfesables, salud quebrada, metas que se han ido desplazando…
Él, el Dios cercano y ofrecido al mundo, a todos nos regala la Luz que encierra su misterio de entrega, de vida que no acaba, de plenitud que enciende resplandores de firme esperanza.
Acoger y adorar, como los magos, esta Luz, nos llama y exige a ser también nosotros luz. ¿Cómo lograrlo? ¿Cómo ser cada uno de nosotros hoy estrella, luz, eco, que refiera al Misterio de Dios?
Aunque suene a manido, tendremos que volver a los caminos tantas veces trazados, y siempre faltos de intensidad en la vivencia.
Para ser hoy su estrella deberemos seguir siendo buscadores de sentido. Siempre inquietos e insatisfechos, siempre impulsados a más allá de nuestros logros y consecuciones de lo inmediato.
Para ser hoy su estrella deberemos seguir siendo oferta de amor. A todo ser humano. Incansables buscadores de un mundo más habitable, de una humanidad más unida; donde el respeto, la justicia, la honradez y la paz sean tareas iniciadas y construidas cada día.
Para ser hoy su estrella deberemos seguir siendo manantial de esperanza. Aquellos que viven la certeza de que nadie se perderá; de que la vida, tan frágil y vulnerable, está en buenas manos.
Para ser hoy su estrella deberemos seguir siendo adoradores extasiados de su grandeza manifestada en nuestra propia pequeñez. Aquellos que viven siempre orientados hacia Él, el que inicia y completa nuestra fe, el que nos hace ser un cántico de alabanza para gloria de su nombre.
Para ser hoy su estrella deberemos seguir siendo sus testigos. Sin complejos ni prepotencias. Seguros de la consistencia de las sendas trazadas por Él, tan profundamente humanas que sólo pueden ser de Dios, Luz que hoy se manifiesta al mundo entero”.

1 comentario:

  1. Querido y muy reverendo Duende: Me ha gustado mucho la Lectura del Evangelio y la explicación del mismo, y también el comentario de Fr. César Valero: "La Luz nos llama a ser Luz"
    Jesús no nos pide que cada uno de nosotros iluminemos el mundo entero; Jesús nos pide que todos seamos hermanos y que a partir de esta actitud de sentirnos en comunión e implicación personal con todos los hombres y mujeres, contribuyamos en nuestro contexto a iluminar y hacer más cercano el mundo fraternal que Él ha venido a inaugurar. Porque la Navidad es una gran llamada a la fraternidad.
    Maruja, Chantal y Ana Mªse acuerdan mucho de tí.
    Recibe un abrazo de todas incluyéndome a mí. Mªjosé.

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