jueves, 28 de mayo de 2015

DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD. CICLO B.






Durante la Semana Santa y posteriormente la cincuentena Pascual hemos tenido la mirada fila en Dios. Un Dios que en Jesús quiso manifestarse cercano al Hombre, más que cercano, quiso estar en el Hombre, ese “estar en el Hombre” no es una manera bonita, escogida para decir que Dios se “acerca” al corazón del Hombre, es una realidad que a través de Cristo Eucaristía se realiza en nosotros todos los días. Dios está en nosotros, obra en nosotros y lo que es más importante y nunca hemos de olvidar, Él, el Dios del Cielo y de la Tierra, el Omnipotente, el Todopoderoso, el Único, obra en el mundo por nosotros, a través de nosotros, somos pues su instrumento para hacerse presente, para dejarse “ver”, nuestras acciones, más, mucho más que nuestras palabras son manifestaciones de este Dios con nosotros.

El Misterio de la Santísima Trinidad que hoy celebramos no nos tiene que “sonar” extraño, Dios se nos manifiesta en familia, la FAMILIA TRINITARIA, El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. No estamos hablando de tres dioses, es un solo Dios, con tres personas distintas, iguales en su dignidad y dignidad.

Un Díos que se deja intuir -pues no le podemos ver- en tres dimensiones:

Vertical, esa línea misteriosa pero real de Dios Padre – Hombre, nuestro Dios por los hombres, el Padre que nos ha creado por amor, que ha apostado por nosotros, que no nos abandona a nuestra suerte, y eso que nuestra suerte, por culpa del pecado estaba ya echada, pero Él ha confiado en nosotros, ha facilitado la Redención.

Horizontal, Dios con el Hombre, esa realidad que nace gracias al amor que Dios nos tiene y también -por qué no decirlo a la “Esclava del Señor”, la Mujer humilde de Nazaret, la madre de Jesús y nuestra madre del cielo. El Dios encarnado, el Dios entre nosotros que al asumir nuestra pobre naturaleza humana es uno más como nosotros en todo, menos en el pecado pues es Dios. Por eso en su principio, allá en Belén aquellos Magos de Oriente le hicieron esos regalos que manifestaban su persona: Oro porque es Rey, así se lo afirmó a Pilato, “tú lo dices, soy Rey”; incienso porque es Dios, el Dios encarnado, el Dios que vino a estar en este mundo para librarnos de las cadenas de la esclavitud del pecado y posibilitarnos la salvación; y por último el regalo de la Mirra, ungüento que se utiliza para amortajar, que indicaba que Dios en Jesús experimentaría lo que es la muerte, tomó nuestra condición humana con todas las condiciones, siendo Dios y siendo totalmente hombre, no una apariencia de hombre.

La última dimensión es la profundidad, es esa profundidad que viene de Dios y llega al corazón, al alma de cada uno de nosotros, lo dijo Jesús: "Os conviene que yo me vaya, pues cuando llegue al cielo os enviaré al Espíritu Santo. Es la dimensión de Dios en el Hombre. Esa realidad misteriosa que se hace palpable con la acción constante del Espíritu Santo en la Iglesia, en las pequeñas Comunidades y en cada persona humana, esa Fuerza de Dios que entra hasta lo más profundo de cada ser humano y que todo lo cambia, todo lo renueva, todo lo re-crea, lo hace nuevo, repara cuanto está roto o está perdido en nosotros por causa del pecado, nos llena de su amor y su GRACIA a través de los Sacramentos, el Don del Espíritu Santo nos hace ser de Dios, nada ni nadie arrebatará lo que es de Dios, comprado por la sangre del Cordero, Jesús, para lograr nuestra salvación. Si alguien a pesar de todo esto que hace Dios por nosotros se condena es porque en su libertad lo quiere, porque rechaza a Dios, rechaza la acción del Espíritu Santo.

Que nunca olvidemos de empezar el día en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, que cada vez que nos santigüemos no hagamos un “garabato” sin ton ni son, que pongamos todos nuestros sentidos al hacerlo y que lo repitamos en cada momento importante de nuestro día para hacer presente este misterio de la Santísima Trinidad en nuestras vidas; por último tampoco nos acostemos sin la señal de la Cruz y nuestro recuerdo trinitario.



Oración Trinitaria: acto de Fe, Esperanza y Caridad:

Creo en Dios Padre,
Creo en Dios hijo,
Creo en Dios Espíritu Santo,
Creo en la Santísima Trinidad,
Creo en Nuestro Señor Jesucristo
Dios y Hombre verdadero.

Espero en Dios Padre,
Espero en Dios Hijo,
Espero en Dios Espíritu Santo,
Espero en la Santísima Trinidad,
Espero en Nuestro Señor Jesucristo
Dios y Hombre verdadero.

Amo a Dios Padre,
Amo a Dios Hijo,
Amo a Dios Espíritu Santo,
Amo a la Santísima Trinidad,
Amo a Nuestro Señor Jesucristo
Dios y Hombre verdadero,
Amo a mí prójimo
Como a mí mismo. Amén.

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