viernes, 15 de mayo de 2015

DOMINGO VII DE PASCUA: LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR:

¡Seréis mis testigos!


Jesús asciende al cielo.

Celebramos este domingo la solemnidad de la Ascensión del Señor, -antes era el jueves anterior, uno de nos tres que relucían más que el sol-, pero que por no celebrar el jueves no deja de ser para nosotros una gran solemnidad que de hecho se trata de celebrar UN MOMENTO DE LA VIDA DE JESÚS en tres tiempos, es ese momento que da plenitud a la vida de Cristo, su Resurrección, su Ascensión y el envío del Espíritu Santo donde los cristianos completamos la fiesta de la CINCUENTENA PASCUAL.

En la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, el Señor alecciona, antes de subir al cielo, a los Apóstoles y les da la misión de propagar la fe, de anunciar el Evangelio hasta en los confines de la tierra. Esto lo entendieron bien, y entendieron muy bien que ese “anuncio” que tenían que hacer del Evangelio no se trataba solamente de proclamar, más bien es un anuncio de “vivir”, el Evangelio si no se vive, esa Palabra recibida de Dios si no se hace vida queda hueca, vacía y una palabra vacía no vivifica. Dieron su testimonio hasta derramar su vida por Cristo. Se dieron ellos a Cristo.

En la segunda lectura de San Pablo a los Efesios y a nosotros que recibimos su enseñanza nos llama el Apóstol a recibir el Espíritu Santo, a vivir en Él y con Él, ya que necesitamos que lo mismo que actuó en Cristo actúe en la Comunidad y actúe en nosotros. Solamente si estamos en línea con El Espíritu seremos capaces de entender a que estamos llamados y que esperanza de alcanzar la gloria del cielo tenemos. No desaprovechemos tanta GRACIA que Dios nos da, vivamos alegres en el Espíritu y manifestémosle a los demás, su GRACIA no nos es dada para ser acumulada, como un tesoro, solamente para nosotros, damos y recibimos esta gracia de Dios a los hermanos y a través de los hermanos fluye en nuestra Iglesia.

El Evangelio de Marcos nos dice algo que nos puede sorprender y que si no prestamos atención hasta nos puede decepcionar. Dice que a los que crean en él les acompañarán unos signos, que afianzan nuestra fe y a la vez nos da la seguridad de estar en el camino correcto, pero en la práctica, estos signos de echar demonios en su nombre, de beber veneno y no pasarnos nada, de coger serpientes venenosas, de curar enfermos ¿Cuándo los hacemos?, ¿Cuándo yo he curado un enfermo o he echado un demonio de una persona?, ¿Cuándo he podido hacer un milagro?. No somos conscientes de haber echo esto nunca, pero si lo analizamos sí es algo realizable, sí lo hacemos, en la Iglesia, en la Comunidad. Cuando te entregas por los demás hasta gastar tu vida por ellos, cuando el mundo te quiere envenenar con sus artes y sus mañas para que te apartes del camino que tu sabes que es el correcto, aunque te cueste estar en ese camino, cuando eres capaz de aconsejar a otro, cuando te das a Dios por amor al prójimo, la Iglesia realiza estos signos en el mundo.

No creamos que el camino que nos pide el Señor recorrer es un camino fácil, pero recordemos que Él es la CABEZA y su CUERPO es la IGLESIA, allí donde está la cabeza está el cuerpo, si Cristo está en el CIELO porque ha ascendido a él, nosotros estamos destinados a estar con Él, pero aún siendo concientes de las dificultades que podamos encontrar por nuestra propia debilidad o nuestros pecados, sabiendo que no es sencillo, tenemos que involucrarnos con su Evangelio y hacerlo vida para proclamarlo hasta en los confines del mundo. Tenemos que estar seguros de quien nos fiamos.

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