viernes, 22 de mayo de 2015

LA ACCION DEL ESPÍRITU SANTO:





En la Alemania nazi estaban bombardeando toda la ciudad los aviones de los aliados, una mujer con sus hijos pequeños huyen de la ciudad y de noche se refugian en una iglesia que ya ha sido bombardeada, quedando partes de ella intacta. Por la mañana, cuando el sol alumbraba con toda su fuerza se despiertan los niños, y uno de los pequeños tira del vestido de la madre preguntando con insistencia y señalando con el dedo: “¿Qué es eso, madre?”, el niño señalaba a un gran vitral que dejaba pasar los rayos de sol convertidos en un espectáculo de colores. La madre, sin apenas mirar, preocupada en otras cosas más urgentes contesta al niño: “es un santo”.
Pasados los años, este niño ya universitario, hablando con otros jóvenes alemanes sobre lo que era la santidad, acordándose de su infancia,  dio esta respuesta: “La santidad es dejar pasar la luz que viene del cielo y está llena de colores”.
Esta luz no es otra cosa que la fuerza del Espíritu Santo, que al entrar en nosotros, nos invade con su gracia y nos capacita para irradiar su luz a los demás. La santidad es posible solamente si abrimos nuestro corazón a la acción del Espíritu Santo.
Que Pentecostés se realice en nosotros para ser luz del mundo capaz de cambiar los corazones hostiles e indiferentes en corazones dóciles a la voluntad de Dios.

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