martes, 4 de marzo de 2014

CUARESMA… PANES Y PECES



Otra vez Cuaresma, pero esto no quiere decir que siempre es igual, cada año es algo distinto, algo nuevo, algo renovado. Caminamos hacia la Pascua, hacia el Señor, caminamos alegres, para compartir, sí, es lo que nos ofrece el Señor, nos da panes y peces, para compartir, para llenarnos, para saciarnos. Panes y peces, pero no es solamente eso lo que compartimos, los panes no llegaron ahí de la nada, los peces tampoco, compartimos el trabajo, el esfuerzo, la entrega, la dedicación.
Se comparte la alegría de la jornada, también las penas del camino. Se comparte la vida. Una vida que se hace junto a otras vidas, un camino que se hace caminando codo a codo, con ilusión.
Tenemos que llegar a la mesa. Sí, es la meta. Pero no podemos llegar a la mesa y empezar a comer. Eso es de mala educación, y no queremos ser mal educados.
Al caminar nuestro camino no siempre lo hemos hecho correctamente. Quizás nos hemos encontrado con personas, sí, personas, seres humanos, no gente, personas, hermanos, que les costaba caminar, y nosotros con actitud egoísta hemos pasado de largo, sin detenernos, sin mirar a quien necesitaba algo de nosotros, al hermano.
Otras veces, y es más triste, para llegar a nuestra meta, hemos corrido, y también empujado, y hasta hemos tirado al hermano. Queríamos llegar, teníamos que llegar, pero no así.
En definitiva, al caminar nuestro camino nos hemos manchado de barro, y así, sucios, no podemos ponernos a la mesa del Señor.
Pero tranquilos, el Señor se ceñirá y nos lavará los píes cansados del camino. Nos lavará el Señor? ¿Es así eso?. No.
El ya lo hizo. Lo hizo para dar ejemplo, para que ahora seamos nosotros los que lo hagamos. Lavar los píes, curar sus heridas, ver el rostro del enfermo, del que sufre, del que pierde las fuerzas y hasta la ilusión por el camino, o peor aún, del que pierde la esperanza de llegar a la Cena. Al Banquete.
Que esta Cuaresma estemos cerca del hermano para poder estar cerca del Señor.
Pero para vivir la Cuaresma tenemos que convertirnos. Este tiempo es tiempo de cambio, cambio de mentalidad, es tiempo de dar la vuelta, cambiar de dirección.
Pero ojo, convertirse no es un rito majico que lo lograr con la ceniza del miércoles, convertirse hace “daño” pues es morir con Cristo para resucitar con Él. Y debe hacerse con decisión, hasta lo más profundo de nuestro ser.
Celebrar la cuaresma es mirarse sin miedo no complejos al espejo de Cristo, e encararse con las exigencias del Evangelio, hacerlas vida en nosotros, por lo tanto dejarnos morir, arrancar de nuestras entrañas ese “hombre viejo” para que salga a la luz el hombre nuevo en Cristo el Señor. Para lograr esto hay que meditar y mucho dos simples preguntas: ¿Qué nos falta?, ¿Qué nos sobra? Y actuar aunque duela.
Bases fundamentales:
El ayuno. Un ayuno con dimensiones profundas, sociales, para llegar a la perisferia que nos indicaba el Papa Francisco, no ayunar por precepto o por querer complacer a Dios, ayunamos por solidaridad con el hermano.
La Abstinencia: Para recordar que el hombre, que tu y yo tenemos nuestros límites, no podemos alcanzarlo todo. Tenemos que ser conscientes que para llegar a Dios tenemos que saber dominarnos nosotros, dominar nuestros instintos. Este dominio nos hace caer en la cuenta de nuestra fragilidad, y sobre todo de que a Dios no llegamos “saciados” de todo, llegamos ligeros de equipaje.
La Limosna: Nos acostumbra a conocernos mejor y a conocer a los demás, a valorizar al otro, a darnos cuenta que para Dios su tesoro no es ni el oro ni la plata, es el pobre. Y al pobre tenemos que saber llegar si queremos llegar a Dios. Decía San León en un sermón cuaresmal: “Lo que cada uno sustrae a sus placeres,        lo dé a favor de los débiles y pobres”
La Oración: Algunos dicen que Dios está lejos del hombre. En estos días tenemos tantas formas de comunicarnos que estamos rodeados de gente pero no hablamos entre nosotros, hablamos por  SMS., WhatsApp, Messenger… pero con Dios lo tenemos más fácil, para hablar con Él solo tenemos que inclinar la cabeza, buscar silencio y empezar a contarle nuestras cosas, que por cierto, Él ya las conoce, pero sé que le gusta que nosotros se las digamos, y otra cosa, no seamos como papagayos, sepamos callar para escuchar, escucharle a Él, que también nos habla, y bien que nos habla, pero ¿acaso dejamos algún momento de silencio para poder escuchar?.
¿Tendrás algún pan o algún pez para compartir con el hermano en esta Cuaresma? O piensas que hay otra gente que pueden mejor que tu compartir con el necesitado, y como tantas veces nos quedamos con los brazos cruzados como diciendo esto no va conmigo.

Lo dicho: necesitamos una auténtica CONVERSIÓN, volver a Dios cada Cuaresma, cada mes, cada semana, cada día, cada hora, de lo contrario esta cuaresma será pura rutina, igualita que la del año anterior y el anterior y el resto de los anteriores.

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