sábado, 10 de noviembre de 2012

ENSEÑANZA DOMINICAL DE LA ESCUELA DE AMOR DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO:


Mis abuelos maternos, que como la viuda de este Evangelio vivieron pobremente y supieron dar a Dios lo mejor de sus vidas y su entrega generosa al servicio del templo parroquial y de los pobres más pobres.



Del Evangelio de este domingo: (11/11/12)

Lectura del santo Evangelio según San Marcos I2, 38-44.

En aquel tiempo [enseñaba Jesús a la multitud y les decía:
–¡Cuidado con los letrados! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos. Esos recibirán una sentencia más rigurosa.]
Estando Jesús sentado enfrente del cepillo del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos les dijo:
–Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.

Jesús más que advertirnos nos está enseñando la manera de hacer práctico el mandamiento del AMOR, el amor a Dios y el amor al prójimo. Este relato Evangélico nos muestra a una mujer pobre, carente de bienes materiales, pero con una riqueza espiritual inmensa, está repleta de ese amor al Dios del amor que quiere los corazones de los hombres. Ella no tiene mucho para dar, pero sí ha querido hacer algo aún más importante que el dar, que es DARSE, se da a Dios con generosidad, con corazón libre, con alegría, por tal motivo no tiene reparo alguno en sacar su pañueluco y vaciar su contenido en el cepillo de las ofrendas para Dios, para su Señor, para aquel que nos colma de gracia y de ternura, para quien es capaz de llenar plenamente el corazón del hombre, para un Dios misericordioso que rebosa todas las expectativas y deseos de aquellos que creen en Él, que le aman y que ponen en Él su confianza, dejando que lo demás, lo que aspiremos, o necesitemos, nos llegará por añadidura.

¿Dónde estamos nosotros?, ¿En qué lugar de este Evangelio nos encontramos?. Son muchos los que buscan arrimados a la Iglesia prestigio, poder, el placer de verse encumbrados, admirados, respetados, queridos, honrados… Por desgracia estos tales ya han recibido su paga, ya están repletos, satisfechos, rebosantes, llenos de ego. Pero no, el CRISTIANO DE VERDAD no ha de ser así. El cristiano tiene que amar el SERVIR, el DARSE sin condiciones, sin miramientos, sin medida alguna. El cristiano que quiera ser del grupo de Jesús ha de descubrir en su corazón y tener en su voluntad las palabras de Cristo: El que quiera ser grande entre vosotros, que sea servidor de todos, el que quiera ser primero, que sea ultimo”.

El Padre Gonzalo Pérez Lobato, con su padre (en la silla de ruedas) y Fr. Quirico, que no escatimaron esfuerzos en tiempos complicados de la posguerra, trabajando en el campo para que a los aspirantes a la Orden de Almagro no les faltara algo de comida en el plato cada día. Ellos son ese ejemplo de la viuda pobre y del Evangelio hecho vida, así lo hicieron, hasta la muerte. Murieron con las botas puestas.

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