La Unión de Superiores Generales ha celebrado su LXXXII asamblea en el Salesianum de Roma, del 27 al 29 de noviembre. Las reflexiones, basadas en tres experiencias personales, se han centrado en el papel de los Superiores a la luz del magisterio y del ejemplo del Papa Francisco. Y el pontífice en persona, ha decidido encontrar a los superiores durante tres horas y no solamente en una breve audiencia como habían solicitado. No ha habido ningún discurso preparado con antelación: se ha tratado de un largo coloquio fraternal y cordial, con preguntas y respuestas.
Según informa un comunicado de la Unión de Superiores Generales, la primera rueda de preguntas ha estado dedicada a la identidad y la misión de la vida consagrada. Todos los cristianos deben ser coherentes con su fe, ha dicho el Papa, pero los religiosos están llamados a seguir al Señor de una manera especial: "Son hombres y mujeres que pueden despertar al mundo. La vida consagrada es profecía. Dios nos pide que dejemos el nido que nos arropa y que salgamos a los confines del mundo evitando la tentación de someterlos. Esta es la forma más eficaz de imitar al Señor”.
Preguntado por la situación de las vocaciones, el Obispo de Roma ha señalado que hay Iglesias jóvenes que están dando nuevos frutos. Por supuesto, esto nos obliga a replantear la inculturación del carisma. La Iglesia, como en el caso de Matteo Ricci, debe pedir perdón y considerar, con vergüenza, los fracasos apostólicos a causa de malentendidos en este campo. El diálogo intercultural debe impulsar la entrada en el gobierno de los institutos religiosos de personas de diferentes culturas que expresan diferentes formas de vivir el carisma.
El Pontífice ha insistido en la formación que, en su opinión, se basa en cuatro pilares fundamentales: espiritual, intelectual, comunitario y apostólico. Es imprescindible evitar cualquier forma de hipocresía y de clericalismo a través de un diálogo franco y abierto sobre todos los aspectos de la vida, "la formación es una tarea artesanal, no una labor de policía", ha subrayado, y su objetivo es “formar religiosos que tengan un corazón tierno y no ácido como el vinagre. Todos somos pecadores , pero no corruptos. Hay que aceptar a los pecadores, no a los corruptos".
Para el Santo Padre la fraternidad tiene una enorme fuerza de atracción. Presupone la aceptación de las diferencias y los conflictos. A veces es difícil de vivir, pero si no se vive no se es fecundo. En cualquier caso, "nunca debemos actuar como gestores ante el conflicto de un hermano hay que acariciar ese conflicto".
Se han planteado también algunas cuestiones sobre las relaciones entre los religiosos y las Iglesias particulares en las que están insertados. El Papa ha afirmado que sabía por experiencia los problemas que se presentan. "Nosotros, los obispos, tenemos que entender que las personas consagradas no representan sólo una ayuda material, sino que son dones que enriquecen las diócesis."
Las últimas preguntas han tenido como objeto las fronteras de la misión de los consagrados. "Hay que buscarlas sobre la base de los carismas”, ha respondido Francisco. Las realidades donde impera la exclusión siguen siendo la prioridad más importante. Además de estos retos, el pontífice ha citado el cultural y educativo en las escuelas y universidades. Para el Papa los pilares de la educación son: " transmitir conocimientos, transmitir formas de hacer, transmitir valores. A través de ellos se transmite la fe. El educador debe estar a la altura de las personas que educa y debe interrogarse sobre cómo anunciar a Jesucristo a una generación que cambia" .
Antes de saludar a los 120 Superiores Generales presentes, el Pontífice ha anunciado que el 2015 será un año dedicado a la vida consagrada. Saliendo del aula ha dicho: "Gracias, por lo que hacen y por su espíritu de fe y de servicio. Gracias por su testimonio y también por las humillaciones por las que tienen que pasar”. (RC-RV)
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