Nos
hemos gozado durante este mes de Octubre, como cada año, dedicado a nuestra
Madre del Rosario y hemos experimentado en nuestras vidas la poderosa mediación
de la Madre de
Dios en nosotros. Nuestros cultos, nuestras oraciones, nuestras procesiones por
las calles de pueblos y ciudades no ha quedado en nada, nos ha llenado, nos ha
confortado, nos hemos dejado emocionar por Ella, por nuestra Madre, por nuestra
intercesora.
Ser
Mediadora es interceder para unir. Con Ella hacemos Iglesia, hacemos Comunidad
y hacemos familia.
Los
que somos Católicos sabemos muy bien que aún siendo Cristo MEDIADOR suficiente,
la mediación de María, sin embargo, es querida por Dios y además ES UNA MEDIACIÓN QUE PARTICIPA DE LA
DE SU HIJO y es subordinada a Él.
¿Cómo
no ha de ser María colaboradora de Dios si Cristo, sin necesidad alguna ha
querido tener colaboradores humanos? El Evangelio es anunciado por hombres y
nosotros a través del Santo Rosario nos servimos de María, de su vida, de su
trayectoria para anunciar a otros hombres el Evangelio de Jesús resumido en
cada uno de los Misterios del Santo Rosario y de las mismas jaculatorias que
repetimos y reafirmamos con el rezo evangélico del Padre Nuestro y del Ave María.
Al
concluir el mes del Rosario, ya quedan pocos días no olvidemos poner más fuerza
en esta peculiar devoción, muy útil en el mes de Noviembre para pedir por
nuestros familiares difuntos y en cada mes por lo acontecido en cada uno de los
días que forman nuestra pobre historia, tan necesitada de Dios, tan necesitada
de Mediación, tan necesitada de María.
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