Que maravilla el Himno de vísperas del ayer viernes, cómo
nos acerca a Dios y nos presenta la realidad humana. Sí, Cristo murió crucificado,
pero Cristo muere crucificado por nosotros en cada prójimo que sufre las
injusticias del hermano, y por desgracia, en estos tiempos que corren, prójimos
de estos, de los crucificados cada día, tenemos a millares en el mundo entero.
También a nuestro alrededor aunque pasemos sin darnos cuenta a su lado.
El dolor extendido por tu cuerpo,
sometida tu alma como un lago,
vas a morir y mueres por nosotros
ante el Padre que acepta perdonando.
Cristo, gracias aún, gracias, que aún duele
tu agonía en el mundo, en tus hermanos.
Que hay hambre, ese resumen de injusticias;
que hay hombre en el que estás crucificado.
Gracias por tu palabra que está viva,
y aquí la van diciendo nuestros labios;
gracias porque eres Dios y hablas a Dios
de nuestras soledades, nuestros bandos.
Que no existan verdugos, que no insistan;
rezas hoy con nosotros que rezamos.
Porque existen las víctimas, el llanto. Amén
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