“-Amigo, ¿Cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?”
Vamos avanzando en este Mes de la Virgen del Rosario y rezo
del mismo, hemos vivido en nuestro templo los cultos a la Virgen predicados por
el Señor Obispo Mons. Juan José Larrañeta, O.P. que con un lenguaje de Pastor
con olor a oveja ha sabido llegar tanto a la gente sabia y entendida como a los
más humildes y sencillos y ha logrado día a día entusiasmar a la feligresía que
prácticamente cada día llenaba el templo de Santo Domingo.
Hoy la Palabra comienza hablándonos de que seremos invitados
a un banquete exquisito en el monte del Señor, allí no solamente saciaremos
nuestra sed y nuestra hambre, allí recibiremos, en el monte santo, el consuelo
del Señor, ya que solamente él puede saciar todas nuestras necesidades, solamente
él puede responder a todas nuestras preguntas, solamente él puede llenar todos
nuestros vacíos, él todo lo completará, a cada uno de nosotros nos ha de
saciar, nos ha de confortar.
En nuestra espera a este día dichoso tenemos, como el Apóstol
San Pablo, en la pobreza o en la riqueza, en la hartura o en el hambre no dejar
a un lado al Señor, pues como él tenemos que decir y decirnos a nosotros mismos
con mucha frecuencia esta frase de la segunda lectura que tendríamos que
enmarcar en oro: “Todo lo puedo en aquel que me conforta” y poner nuestro
corazón no en las angustias, en los miedos, en el que será el día de mañana y
sí en el Dios que es amor, compasivo y misericordioso, cercano al hombre, que
con suma generosidad proverá todas nuestras necesidades.
En el Evangelio, con esta parábola de Jesús del rey que
invita a la boda de su hijo, una vez más nos muestra el Señor como
desperdiciaron tiempo, leyes, vida aquellos a quienes estaba en primer término
destinados a experimentar el reino de Dios y por sus apegos, costumbres,
ceguera no fueron capaces de reconocer al Mesías cuando llegó, por eso manda a
sus criados salir a plazas y caminos para que todos, también nosotros, los
pueblos gentiles, fuésemos invitados al banquete del Hijo.
Pero curiosamente en la parábola el Rey que saludó uno por
uno a todos los comensales reparó en que uno no tenía la ropa adecuada para tal
acontecimiento. Nosotros somos invitados todos los días al gran banquete de la
Eucaristía y tenemos que pensar seriamente si nos acercamos a este Sacramento
con la limpieza adecuada y la ropa de fiesta o por el contrario vamos a recibir
al Señor sin pensar siquiera en qué condiciones estamos.
Ya no se trata de la ropa literalmente, pero dado que
últimamente parece se ha perdido el juicio en muchas personas, bueno sería que
más de uno pensaran que entrar con esas ropas en la iglesia no es mi mucho
menos adecuado y menos aún acercarse a recibir la comunión vestidas o vestidos
de tal manera, y que decir de los “modelitos” en bautizos o bodas, algunos
rayan ya con el escándalo y algún día se encontrarán con que alguien les dirá
que así, con esas maneras de vestir no se puede entrar en una iglesia.
Pero lo más importante es ese vestido interno, como tienes tu
corazón, como está de limpia la vestimenta del alma, pues en la presencia de
Dios, por tanto en la Comunión y cuando se recibe cualquiera de los sacramentos
todo ha de ser blancura, limpieza total, esplendor, precisamente el Sacramento
de la Penitencia está para eso, para darnos ese esplendor que tenemos que tener
a la hora de acercarnos al banquete que el Señor nos ofrece especialmente cada
domingo.
Que paséis un feliz Domingo, día del Señor y Él os colme con
sus abundantes bendiciones, tanto para vosotros como para vuestros familiares y
amigos, más concretamente para aquellos que más necesitan de la bendición del
Señor.
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