DOMINGO 31 DEL TIEMPO
ORDINARIO DEL CICLO A
El lenguaje del profeta
Malaquías nos resulta difícil de entender, ya que la idea que nosotros tenemos
de Dios es muy distinta, nuestro Dios no nos maldice, no desea nuestro castigo,
nuestra perdición. Pero sí que es cierto que si de verdad amamos a Dios nuestra
respuesta tendría que ser otra. El profeta nos dice: “¿No tenemos todos un solo
Padre?, ¿No nos creó el mismo Señor? ¿Por qué, pues, el hombre despoja a su
prójimo profanando la alianza de nuestros padres?”. Esta es la cuestión, si no
somos bueno unos con otros, si le damos al chisme a la maledicencia, a la
difamación, si nos creemos jueces para los demás, pero que a mí no me toquen ni
me señalen, si no obramos con misericordia ¿cómo esperar pues que Dios sea
misericordioso con nosotros?.
Como en el Salmo
necesitamos vivir una vida sencilla, sin altanerías ni ambiciones para estar,
ya no solamente en el cielo cuando nos llame Dios, y sí ahora, en los años de
nuestra vida en paz, en la PAZ que Dios nos da y nosotros tenemos que
disfrutar pues la necesitamos todos para vivir felices. Por eso que gran pecado el de aquel o aquella que se mete por medio
de otros y les quita de vivir en paz.
San Pablo en la carta a
los Tesalonicenses nos anima a que acojamos con cariño la Palabra de Dios, y no
solamente a la Palabra, también a aquellos que la proclamamos, que sepamos
valorar esta Palabra y no ver en ella al que la proclama, con sus pecados y
defectos o sus virtudes, ver al mismo Señor pues no se trata de proclamar
nuestra palabra y sí la de Él. Valoremos esta proclamación que nos vivifica y
santifica para que nos mueva a la conversión cada semana, cada día.
La advertencia del Señor que
nos habla San Mateo no es a no llamar, maestro, señor o padre a la gente, es a
ver más allá de esas personas que se nos presentan pues no cuentan con una
autoridad propia, la autoridad y la fuerza son de nuestro Dios, en este sentido
solamente Él es el Padre, el Maestro, el Señor de nuestras vidas, todos los
demás, ocupen el cargo que ocupen, sean papas, cardenales, obispos, sacerdotes,
diáconos, la autoridad que tienen viene de Dios, y ellos, nosotros todos sus
servidores, ni más ni menos, el título más hermoso del Papa no es otro que el
de “siervo de los siervos de Dios” y eso es lo que somos todos, pobres siervos
que tenemos que esforzarnos en eso, servir, darnos, entregar nuestra persona,
nuestra vida, como nos decía San Pablo en la segunda lectura, a las Comunidades
a las que servimos.
Que peséis un feliz
Domingo día del Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario