sábado, 4 de mayo de 2019

TERCER DOMINGO DE PASCUA, DEL CICLO C.


EL AMOR NO SOLO NOS HACE FUERTES, NOS HACE INVENCIBLES.

Vamos avanzando en el camino de la Pascua, acompañamos al Resucitado, que a través de la Palabra que proclamamos nos va instruyendo en este crucial misterio de su resurrección. Ciertamente el más grande, el que más nos beneficia, ya que si Cristo un hubiese resucitado nuestra fe sería inútil, vacía, totalmente estéril. Pero ha resucitado y ese es nuestro triunfo, nuestra alegría y nuestra victoria, con Cristo hemos dado un paso de gigantes, lo que antes para nosotros era muerte, vencimiento, derrota, pecado, esclavitud, ahora, con Cristo victorioso de la muerte en cruz y resucitado, nosotros hemos pasado a una vida PLENA, totalmente nueva, a la liberación, a la victoria, el triunfo, a poder estar al lado del que venció.

Este cambio fundamental lo comprendieron enseguida los seguidores de Jesús, nos lo narra los Hechos de los Apóstoles, pasaron de estar encerrados a salir a la calle sin miedo y proclamar a los cuatro vientos la victoria del Crucificado, y esa victoria no es otra cosa que su resurrección. No les importó que este anuncio fuera causa de persecuciones, o que incluso tuvieran que dar la vida por ello, con Cristo Vivo ya no hay muerte, la muerte es solamente el paso de esta vida, que en muchas ocasiones es valle de lágrimas a la otra VIDA que, en Dios, por lo tanto, PLENA, para siempre, de felicidad total, de unión al Resucitado.

La lectura del Apocalipsis nos muestra al Cordero inocente que muere degollado por los pecados del mundo, pero que ahora contemplamos sentado a la derecha del Padre en el trono del cielo y a Él damos todo poder, gloria, riqueza, sabiduría fuerza y honor. Él es el vencedor, el que se sacrificó, se dejó inmolar por nosotros para que este nuevo pacto que Dios hace con el hombre sea para todos los tiempos, nos alcance a todos y todos podamos ser redimidos de nuestros pecados.

En el Evangelio de Juan contemplamos otra aparición del Resucitado a los Apóstoles, en esta ocasión junto al Lago, pero resaltamos en este Evangelio el dialogo de Jesús con Pedro, a quien el Señor escoge como “piedra” de la Iglesia, este fundamento que el Señor pide a Pedro, lo mismo que el que nos pide a cada uno de nosotros está basado en el amor, somos más piedra, más parecidos a pedro, mejores seguidores del Maestro en la medica que sirvamos a los demás con amor y por amor, si nos falta el amor ya somos unos fracasados, solamente triunfaremos en la vida si somos capaces de amar, además el deseo de amar nos ha de llevar a la acción a la que el Señor nos llama, apacentar el Rebaño de Cristo, la Iglesia, AMANDO Y SIRVIENDO.

Que sepamos amar con un corazón grande para que así, de manera sencilla seamos capaces de transformar este mundo que busca precisamente lo contrario de lo que Cristo vino a traer a la humanidad.

Que paséis un feliz Domingo, día del Señor Resucitado.

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