La misericordia de Dios se tiene que hacer VIDA en cada uno de nosotros. Tenemos que manifestar esa misericordia con nuestra solidaridad y nuestro amor. Si esto no lo hacemos así estamos opacando a un Dios que quiere hacerse visible, cercano, presente en cada uno de nosotros.
No podemos cerrar los ojos ante el sufrimiento humano, ante tantos corazones oprimidos y crucificados de nuestra sociedad, ante tantos hombres y mujeres que no pueden levantar cabeza, que son aplastados, que no tienen opción de resucitar.
Contemplar al resucitado es contemplar la bondad del corazón humano. Que no nos tenga que decir Jesús: y tú que, como crees en mí, cuanto crees en mí, somos tantas y tantas veces como Tomás, Tomás, ¿porque me has visto has creído?
En tiempos complicados y llenos de dificultades como el tiempo que estamos viviendo es cuando esa necesaria solidaridad puede hacer milagros, puede manifestar el milagro del amor, ese AMOR pero con mayúscula, que es más valioso que el dinero y que como el dinero también está escaso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario