Un cordial saludo a todos los queridos lectores de El Duende del Perchel, como habréis leído en estos días de mi estancia en Granada ya tengo todo arreglado con médico asignado, empadronado aquí y parte de mis cositas colocadas, aunque la mayor parte aún estén en cajas estorbando por toda la "celda" como siempre se dijo al cuarto que tenemos asignado los frailes.
Por lo pronto ya tengo el ordenador funcionando con internet, y eso ya es mucho, y he participado en una reunión de Caritas, para recordar uno de mis apostolados en tiempo pasado, pero poca cosa más. Hoy tengo la bendición de un local y mañana, pasado y el domingo, día que marcho de Granada con destino a Benalmádena donde estaré hasta el otro sábado con la familia de Aaron, luego de regreso el 21 a Santander, a sacudirme el calorón que está haciendo aquí, y quizás a tener que dormir de nuevo con dos mantas por el frío de mi querido pueblo, que maravilla, esas casas viejas como guardan el frescor en su interior.
Agradezco a Ramón, Alejandro, Sergio, Héctor y Jorge, el arduo trabajo de subir las cajas hasta aquí, que es un cuarto piso, pero que por las obras de los tejados de la iglesia y esta zona de la vivienda del convento, el ascensor sólo llega hasta el segundo piso.
Afortunadamente después del infarto el desprendimiento no me resulta penoso, por lo que veo la necesidad de deshacerme de muchas cosas que a lo largo de los años uno va acomulando. Cada vez que me acuerdo del P. Gonzalo siento envidia, que espíritu tan humilde, que poquitas cosas tenía en su celda, parecía un fraile que estaba de paso. Sí, era un fraile de paso, pasó por Granada haciendo el bien, pero pasó camino de la Eternidad, sólamente acomulando amor dado y regalado a raudales, esa sí que tenía que ser una gran maleta, la que le acompañó al cielo. el Bendito Gonzalo aún sigue presente en cada rincón de esta Santa Casa de la Virgen de Lepanto y de Nuestro Padre Santo Domingo de Guzmán.
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