Por falta de medios ha sido imposible este díoa de publicar un comentario sobre el Evangelio de esta festividad del día primero del año. Por tal motivo, y para que no quede sin hacerse, aquí está el comentario breve de este Evangelio para que nos sirva de meditación y así recordemos la celebración de la Santa Misa en este primer día del AÑO dedicado a la Santísima virgen María.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 16-21
En
aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a
José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían
dicho de aquel niño.
Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María
conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían
visto y oído; todo como les habían dicho.
Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por
nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.
«María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón»
En la lectura del Evangelio escuchamos la segunda
mitad del pasaje del nacimiento del Salvador en la que se nos narra, primero,
cómo vivieron los pastores dicho acontecimiento y, después, el rito de la
circuncisión del Señor, en el que se le pone por nombre «Jesús».
Podemos traer a
nuestra memoria el valor que tenía para los Israelitas el Arca de la Alianza, donde en su
interior se guardaban instrumentos como las Tablas de la Ley, el báculo de Moisés y
otros. Se decía también que sobre este Arca, que estaba rodeada de un alo de
misterio y misticismo se sentaba Dios cuando visitaba el templo de los Judíos.
María es la
NUEVA ARCA DE LA ALIANZA, donde guarda por
nueve meses no algo relacionado con Dios sino al mismo DIOS HECHO CARNE que
habitará entre los hombres. Pero además de este hecho singular también María
guarda en ese Arca nueva de esta nueva alianza las palabras que se decían acerca
del Niño que iba a nacer, las palabras del mismo Jesús, sus enseñanzas, sus
gestos, su vida misma. Meditándo todo ello en su corazón.
En este día la
liturgia nos invita a recordar la fórmula empleada por los antiguos israelitas
para bendecir a los suyos. María es hija del Pueblo de Israel y sobre ella recayó
físicamente esta bendición cuando, por obra del Espíritu Santo, concibió al
Hijo de Dios. En la segunda lectura, san Pablo toma la palabra para decirnos
que nuestro Salvador nació de una mujer
para rescatarnos de la esclavitud del pecado y hacernos hijos y herederos de un
Dios es Padre.
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