Según parece,
Inés era una bella joven proveniente de una noble familia romana. Tuvo varios
pretendientes, a los que rechazó por declararse fiel amante de Cristo. Entre ellos se
contaba el hijo del prefecto de Roma, quien la denunció a su padre por ser
cristiana. En aquellos tiempos, los cristianos se encontraban bajo la persecución de Diocleciano y se les condenaba con la muerte si se
negaban a sacrificar a los dioses romanos.
Fue juzgada y
sentenciada a vivir en un prostíbulo,
donde, milagrosamente permaneció virgen. Según las Actas de su martirio, aunque
fue expuesta desnuda, los cabellos le crecían de manera que tapaban su cuerpo..
Más tarde fue condenada a muerte, y, cuando iba a ser decapitada, el verdugo
intentó que abjurase, a lo que ella respondió:
Injuria sería para mi Esposo que yo pretendiera
agradar a otro. Me entregaré sólo a Aquél que primero me eligió. ¿Qué esperas,
verdugo? Perezca este cuerpo que puede ser amado por ojos que detesto.
Desgraciadamente muchas niñas de su misma edad hoy en día
son violadas, lapidadas, masacradas, esclavizadas y sufren tortura e injurias
por ser pobres, por su cultura, por su religión.
Que la intercesión de la niña Santa Inés haga posible que
nuestra sociedad luche con mayor esmero ante las injusticias que en tantos países
sufren los niños y los adolescentes, y encontremos caminos de paz, respeto,
justicia y libertad para todos.
Bendita Inés, que cuando te condenaron a muerte, encadenada
te querían llevar al suplicio, pero los grilletes de las cadenas no estaban
preparados para cuerpo tan joven y frágil y se salían de tu cuerpecito. Ayuda a
que los grilletes de las injusticias se rompan y den paso a la libertad
verdadera que nos trae siempre el Evangelio de Jesús.
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