sábado, 19 de abril de 2014

MEDITACIÓN DE LAS SIETE PALABRAS:



1ª Palabra: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. (Lc. 23, 34.).

Clavado en la cruz y elevado hacia ese cielo que ya abre sus puertas para recibirte a Ti, el Hijo de Dios, has querido Señor, que tus primeras palabras sean de perdón, de amor y de misericordia para con tus verdugos, para con los que te abandonan, para con los pecadores. Oh hermosas palabras que tanta luz irradian en nuestras almas al recibir de Cristo desde el madero no reproches ni quejas, sino perdón y amor por la humanidad. Que yo sepa levantarme de mis miserias y con tu ejemplo pedir perdón a aquellos que pueda haber agraviado y perdonar con el mismo amor a los que a mí me agraviaron, para así un día poder alcanzar tu perdón y gozar de tu Paz.

2ª Palabra: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. (Lc.23, 43.)

Señor que por los pecados de la humanidad agonizas en la Cruz, que gran consuelo es para nosotros, que somos pobres pecadores, saber que con el buen ladrón tuviste tanto amor y tanta misericordia. Que yo cuando me encuentre en ese trance al llegar mi hora de presentarme ante ti, tenga la habilidad del buen ladrón, para que a ti, que eres rico en compasión, pueda “robarte” como el buen ladrón la gracia de ser salvado por tu Pasión, muerte en la Cruz y Resurrección.

3ª Palabra: “He aquí a tu hijo, he aquí a tu Madre” (Jn, 19, 26.)

Antes de entregar tu vida al Padre, quisiste oh Señor, que tu santa Madre no quedara en el desamparo y desde el dolor de tu pasión previste que el joven y valiente Juan la recibiera, en su casa. Con este gesto viste desde la Cruz nuestro abandono y nos diste a tu Madre como madre nuestra, para que nunca pudiéramos sentirnos huérfanos. Oh Madre Dolorosa, que al píe de la Cruz aceptaste las palabras de tu Hijo y acogiste la hospitalidad del Discípulo Amado, acoge nuestra hospitalidad Madre de amor y ven siempre a nuestro pobre corazón y con tus ruegos e intercesión ayúdanos a permanecer siempre en la senda del Evangelio de tu Hijo para que un día podamos encontrarnos gozosos en el cielo.

4ª Palabra: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt. 27, 46).

Oh mi buen Jesús, abandonado por todos, traicionado por el amigo, con tus seguidores escondidos por el miedo, sólo acompañado de Juan, tu Madre y unas pocas mujeres; si a los terribles dolores del suplicio de la Cruz, tuviste que vivir la experiencia de abandono que te hizo gritar estas palabras… Apiádate de mí, que yo no sea nunca causa de abandono, que permanezca siempre fiel al Evangelio, que sepa afrontar con valor y sufrir con paciencia las soledades de la vida, los abandonos de quienes me rodean, las traiciones si las hubiera, no con mis fuerzas, ni con mi valor, sino con tu intercesión y por el poder de tu Pasión salvadora. Para que así yo a su vez permanezca siempre cercano al que sufre, al que padece su pasión, al anciano que vive en soledad, al mendigo que está en la calle, que nuestro mundo sepa compartir en el amor y la caridad para lograr una humanidad más buena y más justa.

5ª Palabra: “Tengo sed” (Jn. 19, 28).

Señor y Dios mío, que por mi padeciste el suplicio de la Cruz, no permitas nunca que pase mi vida ajeno a tan infinita entrega por amor a la humanidad. Que yo mitigue tu sed de amor y de generosidad, tu sed de perdón y de misericordia, tu sed de bondad y consuelo para con todos, que a todos ame y que mis egoísmos y miserias no me permitan ir por la vida negándome a socorrer a quien de mí algo necesitara, que nunca olvide tus palabras: “Quien un baso de agua diera a uno de estos mis pequeños por amor a mí, no quedará sin recompensa”. Que sea capaz de apartar de mi pensamiento el deseo de saciar la sed de las cosas vanas y dame la gracia de tener hambre y sed de ti y de tu palabra mi Señor.

6ª Palabra: “Todo se ha cumplido” (Jn. 19, 15).

Señor mío y Díos mío, que desde la altura y la generosidad de la Cruz proclamas que todo el encargo de Dios Padre para redimir a la humanidad lo has cumplido.
Que yo con mi vida, mis obras y mis palabras sea capaz de añadir siempre a este encargo tuyo como ayuda a la remisión de los pecados y la redención del mundo, que aporte al suplicio de tu muerte por nosotros, a tu Cruz mi vida entera, con mis fallos y pecados, para que crucificados contigo tu los borres y mi bondad y trabajo para hacer presente con mi vida tu constante redención. Por tu Cruz somos salvados.

7ª Palabra: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc. 23, 46).

Señor mío que por amor a la humanidad agonizaste en el leño de la Cruz, nunca árbol verde dio tanto fruto como el árbol seco del cual tu Iglesia se alimenta constantemente a través de los siglos y de la historia. Te agradezco que al poner tu Espíritu en manos del Padre, me dieras a mí la oportunidad de poner toda mi vida en sus manos, para que siguiéndote a ti, Señor de mi vida, aprenda con corazón humilde a servirte a ti, a confiar en ti y por ti, a poner remedio contra las tentaciones del enemigo y ofrecerte siempre toda mi vida, obras y trabajos en reparación de mis pecados para hacer en mí tu divina voluntad.




ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD:

Oh madre nuestra de la Soledad, que al contemplar la tristeza de tu mirada oigo que tu corazón inmaculado con fuerza desgarradora clama: “Vosotros todos, que pasáis por el camino, atended y mirad si hay dolor semejante al mío”.
Que mi vida sea bálsamo a tus dolores y la Iglesia continuación de la obra en pro de la humanidad que tu Hijo nos dejó en su Evangelio, para que haciendo presente a tu Hijo en medio del mundo, la humanidad luche contra el pecado y viva en la gracia que Dios nos da.

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