“Y se extrañó de su falta de fe”
La primera lectura del profeta Ezequiel
nos presenta una situación vivida hace muchos siglos en el pueblo de Israel y
que también hoy en día es una realidad en medio de nuestros pueblos cristianos
de esta Europa rebelde al Señor y tantas veces obstinada en ir por caminos
contrarios a los que nos marca el Evangelio de Jesús. Pero como entonces, lo
que el Señor espera de nosotros no son milagros, simplemente que el pueblo del
Señor sea consciente de que tiene profetas de Dios en medio de su pueblo. Sí,
Dios nos llama a ser profetas, no de desventuras, pero sí que anuncien y
denuncien con equidad para que la
FE no decaiga, para que se mantenga y crezca, estando seguros
de tener siempre esos hombres y mujeres en medio de nosotros que sean la VOZ que proclame la enseñanza
del Señor. No hay peor situación que ser cristiano e ignorar a Jesús, y peor aún,
ignorarle por no conocerle, y no conocer a Jesús por no preocuparnos de leer
las Sagradas Escrituras y participar de los Sacramentos de la Iglesia sin prepararnos
con esmero para saber perfectamente que implica en nuestra vida la recepción de
estos Sacramentos y a que nos compromete.
Con la Gracia de Dios la fuerza se
realiza en la debilidad. Dios no ha escogido a lo sabio del mundo, tampoco a lo
fuerte para manifestarse a nosotros, en lo débil, en lo frágil, en lo pequeño
admiramos lo grande de un Dios que se nos da a conocer, para que en medio de
nuestras miserias y nuestra pobreza podamos llegar a la sabiduría plena, el
conocimiento de Dios que se nos revela y como Pablo podremos descubrir lo
fuerte de Dios en lo débil del hombre. Las persecuciones, los insultos, las
pintadas vejatorias que dejan en los muros de nuestras iglesias y conventos,
las burlas que vemos diariamente en programas televisivos, las vejaciones
contra Cristo en la reciente marcha gay en Madrid, todo eso en vez de debilitarnos,
acobardarnos, abochornarnos, todo eso nos hace fuertes, nos crece, nos hace ser
profetas del siglo XXI al estilo de San Pablo.
Pues ¿acaso esperamos algo
valioso de este mundo y de esta vida? Nuestros ojos están fijos en el Señor,
del que aguardamos su misericordia. Pues a ti Señor levantamos nuestros ojos, a
ti que habitas en lo alto. Solo en ti confiamos y solamente de tu mano nos
llegará la salvación, don tuyo, no merecimiento nuestro.
Que la fuerza del Señor nos
anime a estimular todos nuestros sentidos, para que en nosotros no encuentre el
Señor, cuando venga, o cuando nos llame para la eternidad, esa poca fe que
encontró en su casa, entre los suyos. No sea que estando como estamos tan
acostumbrados a estar con el Señor como en casa, perdamos el respeto y las
formas a la hora de estar con él o en la manera de estar con el prójimo, no
caigamos en la rutina de la religión, la
FE si es verdadera tiene que ser cada día una hermosa
novedad.
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