Como cristianos, con nuestra vida y nuestras obras, a
ejemplo de María nuestra Madre, proclamamos las grandezas de Dios Padre
todopoderoso. Él quiso que todas las generaciones -también la nuestra-
felicitáramos a María, la Madre
de su Hijo, y suplicáramos con un corazón confiado en Dios y en su amor
misericordioso.
Por supuesto que podemos pedir lo que queramos a Dios nuestro
Padre directamente sin acudir a nadie, pero sabemos que acudiendo a nuestra
Madre, ella que nos ama, intercede por nosotros, así nuestra humilde súplica
adquiere más fuerza y nosotros quedamos mucho más tranquilos y confiados
teniendo a tan poderosa intercesora.
Por eso, Santa
María, Madre de Dios, ruega por nosotros.
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