¡ALEGRAOS!
La Palabra de Dios en este tercer domingo de Adviento nos llama
a la alegría, debemos estar alegres, Dios viene de camino, Él no nos quiere
dejar ni solos ni abandonados, en todos los proyectos que Dios ha tenido para
rescatar a su pueblo del pecado y darle la auténtica libertad Él siempre se ha
manifestado alegre, esperanzado, ha optado claramente por el HOMBRE. Dios cree
en el hombre, Dios espera en el Hombre, Dios comparte las penas, las
aflicciones, los sufrimientos lo mismo que comparte las alegrías, los triunfos
y los anhelos de la humanidad, Dios no se ve a sí mismo alejado del corazón del
ser humano, se ve en nosotros, creados por Él a su imagen y semejanza.
Estamos
llamados en este domingo de la alegría a vivir el encuentro, la Misa, nuestra asamblea
cristiana donde nos hacemos hermanos, donde recibimos la Fuerza que viene de lo
Alto, el mismo Jesús para convertirnos y ser más auténticos, ser mejores los
unos con los otros, ser mejores con Él y mejores con nuestro Padre del Cielo,
ser agradecidos, por eso nuestra alegría se irradia solamente en Dios y con
Dios.
Por
eso el Evangelio de hoy nos mueve a ser solidarios, a vivir no para nosotros,
no para almacenar, para tener, para poseer y sí para compartir en el amor, que
no es ir por la vida dando caridades, dando limosnas, es más, mucho más
profundo. Cuando te dice el Señor que el que tenga dos túnicas o comida que lo
reparta entre los pobres quizás te dice que tu tengas que quedarte sin nada y
dárselo todo a los otros, pues si tu has tenido bienes y los otros males será
quizás tiempo que aquellos que han tenido males tengan ahora, a costa tuya sus
bienes.
Cuando
actuemos de esta manera, piensa seriamente como te sentirás tú que lo das todo
y cómo se sentirán los otros que lo reciben. Seguramente tu serás el dichoso,
el alegre, el feliz, los otros agradecidos, pero tú feliz no por haber hecho
nada extraordinario, sólo has actuado desde el corazón de Dios, desde el
pensamiento de Jesús. Grande Jesús que no cesa nunca de llamarnos a ser
felices, a estar alegres y nos indica de que manera podemos alcanzar esta
verdadera alegría, la tenemos a nuestra mano, no tenemos que escalar el mundo,
está a nuestro alcance y es dándonos por amor a los demás, no dando migajas, es
dándonos nosotros mismos al Señor. El nos dará mil veces más de túnicas, de
comida, de tiempo para seguir dándolo todo y la seguridad que no nos quedaremos
vacíos, pobres, miserables. Nos sobrará.
Estemos
atentos a las señales, como el Bautista, para descubrir a aquel que viene a
quitarnos el pecado, a arrancarnos cadenas que esclavizan, a darnos una
auténtica libertad. Que en este año de LA MISERICORDIA nos
acojamos con sinceridad a la que nos ofrece el Señor para que podamos ser con
el prójimo misericordiosos, como el Señor lo es con cada uno de nosotros.
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