Somos
Iglesia y la Iglesia
es Comunidad de fe, pero esta comunidad está siempre peregrinando hacia Dios. Estamos
siempre en camino, no estamos quietos, no somos una comunidad de parados. Este
peregrinaje nos ayuda a permanecer unidos, el estar siempre en camino nos hace
ser solidarios, podemos compartir, el caminante siempre comparte, así vivimos
cada momento fuerte de nuestro ciclo litúrgico, lo hacemos vida y esta vida nos
vivifica pues nos identifica con el Señor que aguardamos, sabiendo que cuando vuelva
al final de los tiempos nuestro peregrinaje terminará.
Esto
es así, ha sido así y será así siempre. La Iglesia ha vivido inmersa
en cada etapa de la historia, con sus más y sus menos, pero siempre ha
permanecido unida a los hombres en su momento, acompañando en sus angustias y
en sus esperanzas, en sus fracasos y en sus triunfos, siempre ha estado
cercana, presente, atenta, pues ella misma siempre ha sido y es Comunidad.
Que
la Fuerza del Espíritu
esté siempre con nosotros para que en medio de nuestros aciertos y también de
nuestros fallos seamos capaces de conocer más y más el Evangelio de Jesús y
poder transmitirlo con palabras de humildad a las generaciones presentes y
estos a las generaciones futuras.
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