“CONVERTIOS
Y CREED EN EL EVANGELIO”
Una vez
más el señor “pasa” a tu lado pero no sigue de largo, se para, te mira y te
llama y te invita a ser parte activa de su REINO.
La primera
lectura con la historia de Jonás ya nos habla de esa pasada misteriosa del
Señor, llama, NOS LLAMA A LA CONVERSIÓN, A SER MEJORES, a hacer mejor las
cosas, a poner más espíritu en lo que hacemos, decimos e incluso en lo que
pensamos, convertirnos es buscar el cambio, es reconocer los errores, poner
solución a nuestras equivocaciones, valorar más las cosas de Dios en nuestras
vidas y en las vidas de aquellos que nos rodean.
Esta
llamada del Señor a convertirnos nos tiene que llevar como a los ninivitas a
actuar y pronto, a cambiar nuestras vestiduras de apariencias o de sepulcros
blanqueados en hombres y mujeres auténticos que de verdad valoran el Reino de
Dios y quieren escapar de las tentaciones del enemigo para poder disfrutar de
esa paz, amor, armonía que solamente pueden tener los que están con una
conciencia limpia que no les acuse de sus malas acciones.
San Pablo
en su carta a los Corintios nos dice cosas que a primera vista nos
desconciertan, pero que pensando un poco nos aportan soluciones. En primer
lugar comienza diciendo que “el momento es apremiante”, que es ahora, no más
tarde ni mañana cuando tenemos que dar ese cambio a la dirección que lleva
nuestra vida, mañana puede ser ya tarde.
En segundo
lugar, eso de que “los que tengan mujer, que vivan como si no la tuviera, los
que lloran, como si no lloraras, los que están alegres, como si no lo
estuvieran…” nos está hablando de nuestra vida cotidiana, pero de nuestra vida
DE CRISTIANOS. El cristiano es, pero no es de este mundo, estamos en el mundo
pero no nos podemos ni identificar como mundanos ni ser del o para el mundo,
nuestra ciudadanía no es la terrenal, somos ciudadanos del cielo.
Es natural
que entre nosotros los cristianos el trabajo, los problemas, los quehaceres
formen parte de nuestro día a día, pero nuestra vida no está destinada para los
años que vivamos aquí en la tierra, estamos destinados para el cielo, pero para
lograr esto, para no dejarnos dominar por el mundo, hemos de tener mucha fe en
Dios y vivir ese día a día con profunda radicalidad, poniendo el acento no en
lo que es “cotidiano” para los mundanos y sí poner todo el acento en lo que es
propio del CREYENTE.
Recuerda la
historia de Abrahan, cuando el Señor lo llama le ordena: “Sal de tu tierra”, es
decir, sal de ti mismo, de tu vida, de tus proyectos, de tus quehaceres y
ambiciones y de tu entorno, lánzate a la
aventura de encontrar una nueva tierra, de cruzar desiertos, de llegar al
PARAÍSO.
Esta es la
aventura de la llamada que Marcos, 1,14-20 nos narra en el Evangelio de este
Domingo, una aventura que pasa por dejarlo todo, pero más importante aún “dejarse
abandonar en los brazos de Jesús”, dejar que sea Él quien guíe nuestros pasos,
poner toda nuestra vida en sus manos, confiando en que con Él encontraremos el
puerto que lleve nuestra nave a esa nueva tierra y nuevo cielo que es la
salvación. Que el Señor os bendiga y feliz Domingo.
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