PARROQUIA DE SAN ANDRÉS DE ORMAS (CANTABRIA)
FESTIVIDADDE
SAN JUAN BAUTISTA:
Enmarcado
en esta gran fiesta del nacimiento de san Juan Bautista, hemos
celebrado hoy en Ormas una emotiva Eucaristía, donde a continuación
de la misma hemos depositado las cenizas de Vivi, mi cuñada, en el
cementerio de Ormas, donde reposan los restos de mi padre Andrés.
A
pesar de la carga emocional del acto he querido transmitir en la
homilía un mensaje de ánimo y de esperanza a mi familia, pero
dirigido, sin mencionarlo, especialmente a su hijo, mi sobrino
Alejandro y sus muchos primos, que todos ellos rondan la edad de los
veinte años.
Para
conjugar los dos acontecimientos, la fiesta del día y el depósito
de las cenizas he querido empezar haciendo mención de las palabras
del Precursor al encontrarse con el Maestro: “Este es el Cordero
de Dios, que quita los pecados del mundo”.
El
anuncio del Profeta ya encierra la intención del Redentor, entre
tanto animal no dice es un Lince, un León, un Toro, sino un Cordero,
el cordero es el animal por excelencia usado desde siglos como
ofrenda de sacrificio en la mesa del altar en el pueblo Judío, por
tanto las palabras de Juan el Bautista ya indican cual ha de ser la
misión del Salvador y el sacrificio por el que tenía que pasar,
para arrancar del mundo el pecado y dar a la humanidad una
posibilidad de esperanza.
Contemplando
este sacrificio, el de la Pasión y la muerte de Cristo, y viendo la
negatividad de nuestro tiempo al valor de este sacrificio, a la falta
de valores cristianos, a la apatía religiosa, a la falta de FE, he
resaltado la manera en que Cristo, con frecuencia, busca personas
llenas de amor y de fe para que con su vida, con su pasión, con sus
sufrimientos sintamos por medio de ellos la cercanía de su
redención, y la necesidad de hacer que nuestro dolor, nuestra
angustia, nuestros sufrimientos sean “redentores”. La enfermedad
y la misma muerte no es una derrota, una desgracia, es una
oportunidad para por medio de ella unirnos a la Pasión de Cristo y
redimir, nuestras vidas han de ser vidas redentoras.
La
vida de Vivi, con tantos años doblegada por la cruel enfermedad de
la Esclerosis múltiple ha sido una lección para todos nosotros,
nunca logró esta enfermedad arrancar de ella una queja, un porqué,
ni siquiera tampoco apartar de su rostro una sonrisa, o privarnos de
unas palabras de ánimo y esperanza.
Pero
esta manera de vivir la enfermedad ha sido así por una razón, por
su Fe, su AMOR al Señor, su confianza en él. Sin fe no se puede
dar este testimonio que ella ha sabido dar, sin fe no se puede dar y
no se sabría dar. Tienes fe luego testificas, es la realidad de la
vida del cristiano de verdad.
A
fin de cuentas ante la muerte uno puede tomarse quizás la arrogancia
de preguntar: “Muerte, ¿donde está tu victoria?”. No, no hay
derrota. La muerte del que tiene fe siempre es un triunfo, porque
está unida al Vencedor, a Cristo, porque Dios es un Dios de Vivos,
no de muertos.
Descansa en paz, hermana VIVI,
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