Estamos a la
puerta del segundo domingo de Cuaresma. Es tiempo de arrepentimiento, de
conversión, de vencer las tentaciones, de dejarnos transfigurar por la Gracia de Dios. Tiempo de
volver al Padre.
A través de
las Parábolas Jesús nos indica el CAMINO que hemos de seguir, para asegurarnos
que después de su recorrido en nuestra vida mortal podamos llegar sin miedos ni
temores a la Casa
del Padre.
En la Parábola del Hijo
Prodigo, El hijo va a casa porque el recuerdo de su padre le infunde valor para
volver, y su confesión le da autenticidad: “Padre, pequé contra el cielo y
contra ti. Ya no soy digno de llamarme hijo tuyo; trátame como a uno de tus
jornaleros”.
Vemos que su
propia conciencia le condena, pero en el perdón hay un misterio de humildad que
hemos de aprender; hemos de aceptar el perdón mediante un acto de fe en el amor
del otro. Con corazón humilde recibimos el don gratuito del perdón cuando se
nos brinda. El hijo pródigo tenía abierto
el corazón a su padre, está preparado para el perdón.
En
definitiva en un conflicto siente más satisfacción el que perdona que el que es
perdonado, porque el hecho de perdonar nos acerca más a un dios que nos perdona
siempre, sin condiciones, solamente porque nos ama.
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