Dios,
ya en el Antiguo Testamento dice al hombre que tipo de ayuno le complace:
“Abrid las mazmorras de los cautivos, repartir el pan con los pobres…”. No se
trata de dejar de comer para mortificar el cuerpo humano, que en muchas
ocasiones ya lleva con los achaques de la vida demasiadas mortificaciones, se
trata más bien de usar la razón y ver que puedo yo dejar de consumir, para así
ver que puedo yo compartir con el necesitado.
Lo
mismo pasa con la costumbre de la abstinencia de no comer carne en el día de hoy y
todos los viernes de la
Cuaresma.
También aquí usemos la razón, quizás en una
familia pobre de recursos, no encuentren otra cosa para el puchero que un muslo
de pollo, sin embargo pueden dirigir su abstinencia en dejar el cigarro si
tienen el vicio de fumar o dejar la botella de vino. Siempre encontrarás algo
que puedas dejar pero no dejar por dejar, sino dejar para compartir algo con
aquellos que tienen menos en su mesa de lo que tú tienes, que siempre les hay.
Lo
que no tendría ningún sentido es dejar de comer carne, que encuentras en la
plaza del mercado a un precio relativamente económico e irte al puesto de la
pescadería y comprarte una hermosa langosta, que como es pescado “si entra en
lo establecido como abstinencia”, pues no, no tiene lógica, lo propio es irte
hacia una comida humilde y un compartir en el amor y la caridad con los que no
tienen, o simplemente la comida que acostumbras a comer en tu casa con tu
familia “mermarla” sacando de ella un plato abundante y llevárselo al mendigo
que está en frente de tu casa, en la esquina, para que hoy día de ayuno, él que
se ve obligado la mayor parte de los días a ayunar por falta de recursos coma abundantemente y caliente, y sacie su
hambre por la generosidad del cristiano que comparte su pan en la caridad y el
amor fraterno. Así nuestros ayunos y abstinencias tendrán sentido ampliamente
cristiano. El secreto es COMPARTIR.
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