28 de Abril de 2013.
El
mandamiento nuevo de Jesús: amar al prójimo como Jesús nos amó,
Juan
13,31-35
Cuando salió Judas del cenáculo, Jesús
dijo: -Ahora es glorificado el Hijo del hombre y Dios es glorificado en él (si
Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo
glorificará).
Hijos míos, me queda poco por estar con
vosotros.
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis
unos a otros como yo os he amado. La señal por la que conocerán que sois
discípulos míos, será que os amáis unos a otros. Palabra del Señor.
“Alguien en
una ocasión preguntó: ¿Hay algo más hermoso en la vida que el amor de una
pareja de jóvenes cogidos de la mano con amor puro camino hacia el matrimonio?
Una señora
contestó: Sí, hay algo más hermoso. Es la visión de un hombre y una mujer
ancianos haciendo su viaje final juntos. Sus manos débiles pero todavía unidas,
sus caras arrugadas pero todavía radiantes, sus corazones cansados pero todavía
amándose.
Pues sí señor,
Un amor viejo, pero no cansado, un amorque ha durado toda una vida, es más hermoso que un amor
joven, un amor que comienza, un amor que empieza a dar sus pasos juntos.”
Es la invitación de hoy para todos nosotros por
parte del Señor, invitación a amarnos de corazón, a vivir en el amor, en un amor
regalado, pues un amor con condiciones ya no es amor, es otra cosa: "La señal por la que conocerán que sois
discípulos míos, será que os amáis unos a otros." Y nada más,
solamente AMOR. Con amor llegamos a Dios, Dios es AMOR y para amarnos nos ha llamado
a la existencia, por AMOR nos ha creado y por AMOR nos quiere para sí.
Cristo se nos hace presente en aquellos que somos sus
seguidores de muchas maneras: presente en la Palabra que proclamamos cada domingo, presente en
la Eucaristía
que celebramos todos los días, en todas partes, en Catedrales preciosas, en
iglesias monumentales, en capillitas sencillas, en el hogar de un enfermo, en
el descampado con un grupo de personas; presente en la Madre Iglesia que todos
formamos; presente en los hermanos de la comunidad parroquial, o de una
Cofradía, o la Comunidad Religiosa;
Presente allí donde hay dos o tres que se reúnen en su nombre; presente en
nuestros corazones, presente en nuestro amor, sí, cada uno de nosotros
manifestamos al mismo Cristo cuando amamos, cuando somos capaces de amar de
corazón; presente si se da en nosotros una entrega generosa hacia los demás;
presente en nuestra dedicación por los demás. Esta presencia la vemos
nosotros, los que de alguna manera somos los “iniciados” en los caminos del Señor
y aun así cuánto nos cuesta reconocer a Jesús que nos habla, que nos alimenta,
y nos edifica como piedras vivas de la iglesia. Somos muchas veces sordos y
ciegos en el camino de la vida, en nuestro camino hacia la eternidad.
Existe una lengua universal que todos pueden leer y
entender, que todos pueden –podemos- hablar: la lengua del amor. Y no cualquier
amor. Porque en esto del amor todos sabemos distinguir entre los amores que
matan y el amor que salva, entre los amores de cama y el amor de la cruz, entre
los amores de aventuras y el amor para siempre, entre amores que esclaviza y el
amor que se da. Y aún así en todo amor hay una chispa de Dios. Donde hay amor
ahí está Dios. Pero ojo, si hay intereses por medio ya está peligrando el
verdadero amor. Si das una limosna por amor, pero vas tocando la trompeta para
que vean lo bueno que eres, ya el amor se ha diluido, acabado, agotado, se ha
convertido en vanagloria, en otra cosa, pero no en amor del bueno.
Dice San Agustín: «Por eso, en la Iglesia, todos los
miembros tienen entre sí una mutua solicitud: si sufre uno de los miembros,
todos los demás sufren con él, y, si es honrado uno de los miembros, se alegran
con él todos los demás. Es porque escuchan y guardan estas palabras: Os doy el mandato nuevo: que os améis
mutuamente, no con un amor que degrada, ni con el amor con que se aman
los seres humanos por ser humanos, sino con el amor con que se aman porque
están deificados y son hijos del Altísimo, de manera que son hermanos de su
Hijo único y se aman entre sí con el mismo amor con que Cristo los ha amado,
para conducirlos hasta aquella meta final en la que encuentran su plenitud y la
saciedad de todos los bienes que desean. Entonces, en efecto, todo deseo se
verá colmado, cuando Dios lo será todo en todas las cosas».
...Y, hasta que no seamos todos en UNO debemos Amar, amar a todos también a los musulmanes, con la pretensión de instalar en el mundo la fraternidad universal.
ResponderEliminarPara que este Amor sea posible, hay que pedírselo al Padre todos los días; sólo Él puede dárnoslo porque Él es AMOR ; y, para conseguirlo, como Moisés, te descalzas y te acercas como un mendigo que carece de todo... sabiendo que su Padre no carece de nada...Cuando se experimenta,sabes que no eres tú el que amas porque se siente una Paz y una ternura "especiales", que sólo puede dar Dios.
Me hace feliz el comprobar que te has convertido en una persona abierta, volcada por completo al servicio de los hermanos, olvidado de tí mismo y disponible para las "cosas" del Padre, para sus planes de salvación del Mundo.No te olvides de orar por mí.Rosadeabril.