EL MISMO SEÑOR VIENE A SALVARNOS.
Para
mí, este tercer domingo de Adviento de regocijo, de alegría, la clave de las
lecturas nos la da el Evangelio con los “signos” que manda dar Jesús a Juan el
Bautista.
La
situación es sencilla, El profeta ha anunciado que el Mesías del Señor vendrá y
abrirá laz mazmorras, Juan se encuentra encarcelado, espera al libertador con
la misma ilusión que espera la libertad, pero pasa el tiempo, escucha hablar de
Jesús y duda si será el verdadero Mesías, pues su libertad no llega, por eso
manda dos discípulos a preguntar directamente a Jesús y este le manifiesta sus
“SIGNOS”. Estos signos que da el Señor son:
1-
los
ciegos ven.
2-
Los
inválidos andan.
3-
Los
leprosos quedan curados.
4-
Los
sordos oyen.
5-
Los
muertos resucitan.
6-
A los
pobres se les anuncia el Evangelio. Y añade:
Y ¡dichoso el que no se escandalice de mí!
Los
signos que tienen que convencer al Bautista aunque no le llegue nunca la
liberación que esperaba, pero que tampoco le ocasione una decepción de parte
del Señor por no darle la libertad, son los signos que necesita nuestro mundo de hoy,
traducidos a las necesidades de cada lugar, en un nuevo lenguaje,
que sea entendido por la gente sencilla y que les motive a cambiar sus vidas y creer
en el Salvador del mundo.
1.
Hay mucho “ciego” que no quiere ver, no ve la actuación siempre constante de
Dios en el hombre, no ve la presencia de Dios en nuestro mundo, no ve la acción
constante de Cristo en la
Iglesia y a estos ciegos de nuestro tiempo, nosotros, los creyentes
tenemos que darles la vista, tenemos que abrir sus ojos para que puedan ver a
un Redentor que nos busca, ama y quiere la salvación de todos.
2.
Los inválidos andan. El cristiano vive un peregrinaje hacia el encuentro del
Señor que viene, tenemos que estar ligeros de equipaje, pero a la vez quitar de
nuestra vida todo impedimento que nos impida andar con libertad, nos dejamos
amarrar, esclavizar, atar nuestros píes por tantas cosas… la Iglesia tiene que estar
atenta a las necesidades de nuestra gente y curar esas piernas vacilantes para
que tengan el ánimo, la alegría, el gozo de poder caminar con soltura hacia el
Señor.
3.
Los leprosos quedan curados. El pecado es la peor de las enfermedades, la peor
lepra, el pecado es lo que más daño hace al hombre, la Iglesia tiene que ser
misericordiosa, acogedora, compasiva siempre, ha de perdonar, acoger, perdonar
y amar al pobre pecador, pero a la vez tiene que ser dura en la lucha contra el
pecado, sin despreciar o dejar abandonado a su suerte al pecador.
4.
los sordos oyen. Creemos que muchas veces predicamos en el desierto, ponemos la
fuerza de la “confianza” en nosotros mismos cuando la fuerza de nuestra obra no
tiene que estar en nosotros y sí en aquel que nos ha llamado, nos ha elegido
para enviarnos a la misión, a la predicación. No esperemos ver los frutos el
mismo día de la siembra, eso no pasa en el campo, tampoco tiene que pasar con
la predicación, puede que te encuentres con “oídos sordos” pero que cambien el
corazón y entonces se abran totalmente al Evangelio de Jesús, Él es quien actúa
a través de nuestra pobre palabra, Él quien cambia incluso hoy en día los
corazones de piedra en corazones de carne.
5.
Los muertos resucitan: te parecerá casi imposible que esto se realice en
nuestros días, pero cuantas personas están “muertas” de miedos, soledades,
sufrimientos, abandonos, pobreza, que necesitan unas manos curativas que les
llenen de vida, nos sorprenderíamos si en realidad nos diéramos cuenta que el
Señor está esperando por tus manos para dar sanación, dar vida, dar esperanza,
dar consuelo, dar amor. No creas que eso es misión de los grandes santos, esa
es tu misión, fácil, sencilla, posible, esperanzadora.
Pero
en nuestro mundo, el que lo tiene todo, el que está saciado, el que vive en la
abundancia, se siente vacío, infeliz, incompleto, necesitado. En realidad es
más pobre que el que está sentado en una esquina pidiendo limosna aunque tenga
millones acumulados en Suiza. Es difícil la tarea que nos pide el Señor, anunciar
el Evangelio y que sea comprensible a unos para que se sueltes de sus riquezas
y compartan y a los otros para que no se queden sin esperanza plantados en sus
pobres miserias. La Iglesia
que quiere el Papa Francisco es una iglesia de pobres y para los pobres, de
gente que es capaz de abajarse de sus tronos para llegar al hombre necesitado,
de gente que es capaz de levantarse de la cuneta para llegar a ser y
considerarse a sí mismo como persona, como hijo de un Dios que nos hace a todos
iguales, nos hace ser humanos.
Por
último, “que nadie se escandalice de Jesús” por nuestra causa, por nuestras
flaquezas, por no saber predicar la
VERDAD del EVANGELIO, o peor, por predicar un Evangelio
deslucido, acomodado a nosotros, transformado por la apatía, el cansancio, la
ignorancia o la pereza. Triste es que alguien se vea escandalizado de Jesús por
no lograr sus aspiraciones, pero mucho más triste es que alguien se escandalice
de Jesús o de la Iglesia
por no ser veraz en sus palabras, o por predicar una cosa con su voz y otra muy
distinta con su vida. Por desgracia de estos casos tenemos algunos recientes
que critican, hablan mal, difaman, injurian a nuestro Papa y Pastor de la Iglesia puesto por la
fuerza de Dios, por la mano del Espíritu Santo, muchos de los que le acusan no
concuerda sus vidas con el Evangelio, de eso no pueden acusar al Papa, el VIVE
lo que predica y PREDICA lo que vive.
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