martes, 19 de febrero de 2013

2º DOMINGO DE CUARESMA. Ciclo “C”



Éste es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle.


En este segundo domingo de este tiempo de gracia que es la Cuaresma nos invitan a confiar en Dios, a imitar a Jesús que es fuente de vida y salvación para todos nosotros.
Celebremos con alegría esta fiesta y dejémonos guiar por el Espíritu Santo en este viaje cuaresmal. Viaje al desierto de nuestra propia vida donde como veíamos el domingo pasado el Espíritu guió a Jesús y nos guía a nosotros para salir vencedores de las tentaciones y encontrarnos con el Señor.
La cuaresma es un tiempo que nos conduce a ser más generosos y esforzados. Dejemos que Cristo esté presente en nuestras vidas para que nos transforme en ciudadanos del cielo. Criaturas nuevas o al menos renovadas.


1ª Lectura: del libro del Génesis 15, 5-12. 17-18

“…Aquel día el Señor hizo alianza con Abrahám en estos términos:
–A tus descendientes les daré esta tierra, desde el río de Egipto al Gran Río”.

Dios hace con Abraham una alianza. Abraham lo escucha y confía en Él. Aprendamos a escuchar al Señor, porque Él siempre cumple sus promesas. A través de un antiguo rito de alianza, Dios rescata a Abraham de la oscuridad la fe, al renovarle la promesa de una numerosa descendencia,  Él le confirma su compromiso de dar a sus hijos una tierra propia.

2ª Lectura: de la carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses 3, 17-4, 1

“…Nosotros por el contrario somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo.
El transformará nuestra condición humilde, según el modelo de su condición gloriosa, con esa energía que posee para sometérselo todo.
Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona manteneos así, en el Señor, queridos”.

Esforcémonos en ser fieles imitadores de Cristo el Señor al igual que San Pablo y seamos seguidores de las enseñanzas de Jesús. San Pablo les presenta  a los Filipenses la necesidad inevitable de elegir, entre tantas opciones posibles del hombre dos destinos: Seguir su ejemplo y orientar sus vidas según el Evangelio.

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 9, 28b-36

En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Juan y a Santiago a lo alto de una montaña, para orar. Y mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos.
De repente dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecieron con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y espabilándose vieron su gloria y a 1 os dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús:
–Maestro, qué hermoso es estar aquí. Haremos tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
No sabía lo que decía.
Todavía estaba hablando cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía:
–Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle.
Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

El Evangelio nos invita a estar bien despiertos, a no quedarnos dormidos,  debemos estar despiertos para contemplar la belleza gloriosa de Jesús y escuchar su palabra. San Lucas nos narra la anticipación de la gloria de la Pascua de Jesús en la maravillosa experiencia de su transfiguración. Teniendo por testigos a Moisés y a Elías, Él revela su condición divina a sus discípulos más cercanos.
Jesús sube al Tabor para orar junto con Pedro, Santiago y Juan. Y se transfiguró. Manifestó su gloria. Y esta manifestación va unida a la pasión, muerte y resurrección. Lo atestiguan los dos personajes: Moisés quien representa la Ley y Elías a los profetas, quienes hablan de su partida, de su muerte en Jerusalén. Es en el Tabor y en el Calvario donde se cumple la misión de Jesús. El plan de salvación de Dios se da en Jesús.
Sus discípulos escogidos, como Pedro, se quedan sorprendidos por esta visión. Y le dice a Jesús: ¡Maestro, qué bien se está aquí!. Y es que nosotros como Pedro queremos huir del dolor y retener la felicidad, esta “tentación” que le ofrece Pedro al Señor, de instalarse en esa “gloria momentánea del Tabor” es en muchas ocasiones parte de nuestras propias tentaciones, quedarnos en la “nube” sin aterrizar a la dura realidad de nuestra propia vida, la vida cotidiana del creyente.
Desde la nube que simboliza la presencia de Dios se escucha la palabra del Padre y el consejo para cada uno de nosotros: “Este es mi Hijo Elegido. Escúchenlo.
Es una epifanía. La gloria de Jesús se manifestó en el bautismo en el Jordán. Hoy de nuevo se manifiesta en la transfiguración, en el Tabor.
Lucas al presentarnos el camino de Jesús hacia Jerusalén, el camino hacia la muerte, nos está hablando de ese éxodo, de esa salida que nos permite llegar a la vida, a la resurrección. Esa salida es la Pascua, el paso, a la tierra prometida. Nuestro propio paso de la muerte a este mundo y el paso a la Vida Eterna junto al Padre Creador que nos ama.
En este segundo domingo de Cuaresma se nos invita a la oración y a estar siempre vigilantes, en vela, para convertirnos de corazón a Cristo, para que cuando tengamos tentaciones y nos vengan momentos difíciles, que nos parezcan insuperables, no olvidemos que Jesús venció todo mal, incluso el de su muerte. Y Él con nosotros nos hace a nosotros vencedores de los males que puedan acaecernos en nuestras pobres vidas.
Somos creyentes, tenemos por voluntad divina, marcado por el Sacramento del Bautismo que hemos recibido una orden apremiante: anunciar su reino. Esto conlleva salir de nuestra pasividad, de nuestra indiferencia y de nuestra comodidad, y comprender que el camino de la gloria de Jesús, pasa necesariamente por el camino de la cruz, el camino del calvario. Jesús aceptó libre y voluntariamente el camino del dolor y del sufrimiento y recibe el respaldo de su Padre. Y esto lo lleva a la comunión con Dios y con los hermanos. Nuestro momento llegará cuando seamos capaces de cargar con nuestras cruces y seguir a este Cristo libertador que nos llama a ser consecuentes con la FE que profesamos. En este año de la FE profundicemos más en esto.
Que nuestros afanes por las cosas de la vida y nuestros egoísmos no nos impidan reconocer siempre al Señor en el otro, en el que sufre, en aquel que padece, en el pobre y poder decir con devoción: “Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro”. En ellos está el rostro transfigurado de Jesús.

El camino de la Gloria pasa por el camino de la Cruz. No hay Gloria sin Calvario.


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