Ungir tus píes, que buscan mi camino,
Sentir tus manos en mis ojos ciegos,
Humilde, como Juan, en tu regazo,
Y –Judas sin traición- darte mi beso.
Carne soy, y de carne te quiero.
¡Caridad que viniste a mi indigencia,
Qué bien sabes hablar en mi dialecto!
Así, sufriente, corporal, amigo,
¡Cómo te entiendo!
¡Dulce locura de misericordia:
Los dos de carne y hueso!
(Himno de Laudes de este viernes y foto de la Crucifixión en la
Santa Cruz del retablo de Santo Domingo de Granada)
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