“Hay cristianos cuya opción parece ser
de una Cuaresma sin Pascua. Pero reconozco que la alegría no se vive del mismo
modo en todas las etapas y circunstancias de la vida, a veces muy duras. Se
adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que
nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo”.
En
nuestro ambiente que es marcadamente cofrade, se da con cierta frecuencia el
vivir copiosa y radiantemente la
Pasión del Señor, está en todas partes, en los templos, en
las Hermandades, en los pasos o tronos –según región-, en mayores y en
pequeños, hasta lleno de luz y fe en los niños que aún están en los brazos de
sus padres, y que estos pasan a sus hijos esta fe y devoción, a veces vestidos
de nazarenos, otras de acólitos, otras de costaleros, y que les acompañará toda
la vida.
Pero
Numa Semana Santa no se vive como tal si un cristiano se queda en lo externo,
en lo que puedes ver por la calle, por muy bonito o sacro que pueda ser, hay
que abarcar el CONJUNTO que la Madre Iglesia
te ofrece y vivir la grandeza Eucarística del Jueves Santo, el dolor del
Viernes Santo en Comunidad, en Parroquia y el Gozo de la Vigilia Pascual. Cristo no se
queda en la Cruz
ni en el sepulcro, Cristo resucita y asciende al Cielo. Bendito sea Dios que
nos ha dejado el tesoro de la Iglesia Madre
para guiar nuestros pasos por el camino de la Salvación.
Esta
experiencia cuaresmal y esta Pascua liberadora el cristiano tiene que vivirla
todos los días de su vida. Cristo ha de estar siempre VIVO Y PRESENTE en el
cristiano, el cristiano ha de estar siempre RESUCITADO EN CRISTO para llegar a
la Gloria.
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