Monseñor Cirarda entrando en Santander en su toma de posesión como Obispo y Pastor de la Diócesis.
«Yo soy
el buen pastor y conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí»
Este conocimiento
de Dios implica “Amar”, es un conocimiento que ama, es algo fácil de entender,
una pareja se conocen, y cada vez que se adentran en ese conocimiento mutuo va
creciendo en ellos el amor, se hace cada día más grande hasta que deciden poder
vivir toda una vida el uno con el otro. Dios conoce al hombre y su amor es
fiel, es total, es gratuito. Lo mismo que el amor de Cristo el buen Pastor, que
nos conoce por nuestro nombre, para él no somos un número, una partida de
bautismo, somos nosotros, soy yo con mis logros y mis fracasos, con mis pecados
y mis virtudes y aún y con eso Él me ama, a pesar de eso me ama, opta por mí,
apuesta por mí, derrama su sangre por mi amor, sale en mi defensa hasta dar la
vida por la confianza que me tiene, por el amor que me profesa. Es un amor
personal y concreto, un amor real y está palpitante en las lecturas de este
domingo IV de Pascua.
Este amor de Dios al hombre es novedoso en el
cristianismo. Dios se relaciona con el hombre y el hombre concreto se relaciona
con Dios. La base de esa relación es el amor que dios tiene a cada una de sus
criaturas, no a la “masa” de la creación, a todos, sí, pero concretamente a cada
uno de nosotros hasta conocernos y llamarnos por nuestro propio nombre.
Y este amor no decae a pesar del fracaso del
hombre, ni siquiera a pesar de la traición (primera lectura) Jesús, según nos
narra Pedro, sigue amando a aquellos que le entregaron a la muerte y les ofrece
su amor y su amistad. Está en ellos responder de igual manera o negar el amor
al Señor. Pero un corazón agradecido por todo lo que Dios ha hecho por nosotros
no puede por menos que responder con amor a quien por amor ha salvado del
pecado y de la muerte. A pesar de nuestros desconocimientos, ignorancias,
egoísmos, a pesar de todo sabemos como nos dice Juan en la segunda lectura: “Queridos:
ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos
que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual
es”.
Damos gracias a Dios por la confianza que Jesús
infunde en nuestros corazones al decirnos que “cuando viene el lobo él no nos
abandona, al contrario, sale en nuestra ayuda, no huye. A él si le importa su
rebaño, si nos ha dispersado él nos reúne, nos agrupa en la Comunidad, en la Iglesia, él nos lleva de
la mano a la Iglesia”.
También nos advierte de que no seamos egoístas y
que no cerremos las puertas “del redil” a otras ovejas dispersas o dispersadas,
que también son de su rebaño, son de él y él intentará atraerlas, no pensemos
que tenemos la exclusiva del Señor, no. No somos ni más importantes que otros
ni mejores o peores que otros que no están en el rebaño, él llama a todos pues
a todos ama y no quiere que ni una sola de las ovejas se pierda. Pero hay más:
si por casualidad una se pierde va a buscarla y no encontrará descanso hasta
que la encuentre y traiga a la seguridad de su corral.
No hay comentarios:
Publicar un comentario