PRIMERA LECTURA
El pueblo de Israel celebró una alianza con su Dios y la ratificó con la
sangre de animales. "Haremos todo lo que Dios nos ha mandado",
respondió el pueblo a una sola voz.
Eran los primeros balbuceos de un amor, de un matrimonio entre Dios y el
pueblo elegido.
Era el primer altar y el primer sacrificio para celebrar la primera
alianza.
SEGUNDA LECTURA
Cristo es el nuevo mediador entre Dios y los hombres.
Cristo, con su sangre, ofrece un nuevo sacrificio a Dios.
Cristo, con su vida entera, inaugura la nueva alianza con los hombres.
Cristo abre de par en par las puertas del reino, nos libera de la muerte
y nos asocia al servicio de la vida, de Dios y de los hermanos.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 11b-17
En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del
reino de Dios y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde, y los Doce se le
acercaron a decirle: «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de
alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado.» Él
les contestó: «Dadles vosotros de comer.» Ellos replicaron:
«No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser
que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.» Porque eran unos cinco
mil hombres. Jesús dijo a sus discípulos: «Decidles que se echen en grupos de
unos cincuenta.» Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco
panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre
ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la
gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.
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Hoy es un gran día de fiesta y de regocijo cristiano. Además de la fiesta
del Corques que en sí ya es grande, nuestro regocijo está marcado por la
voluntad del Santo Padre que quiere que es esta tarde de este gran día toda la CRISTIANDAD ORE al
unísono, a la misma hora (en Roma de 5 a 6 de la tarde), cada continente a su hora,
a esta misma hora, pues tenemos que pedir al Señor el aumento de nuestra Fe, y
tenemos que vivir en la
Iglesia momentos de unión, para que nuestra unidad sea
verdadera y plena, tal como Cristo nos pide y espera de cada uno de nosotros.
La Eucaristía es un sacramento, una
maravillosa celebración de amistad y de gracia. Jesucristo está presente, está
con nosotros, en nuestra asamblea, en la Palabra que proclamamos, en el pan y en el vino.
Está en nuestras vidas, en nuestras Comunidades, está en la Iglesia.
Nosotros estamos aquí no sólo para recordar el pasado sino para
actualizarlo y revivirlo. Para hacerlo presente, para hacer eterno ese momento
de Cristo con nosotros, en nosotros.
Juntos estamos celebrando lo que Jesús celebró con sus discípulos, su
cena. Ya es nuestra cena, es nuestro banquete, es nuestra fiesta. Él esta con
nosotros hasta el final de los tiempos.
En muchas páginas del evangelio encontramos a Jesús compartiendo la
comida y la bebida con sus discípulos. En la mesa de la hermandad, la mesa de
la fiesta del reino, la mesa del sacrificio y de la nueva alianza.
La memoria de Jesús se mantiene viva y operante entre nosotros en la
celebración de la
Eucaristía y en el compromiso comunitario de servicio a los
hermanos.
Dios no excluye a nadie de su mesa. Nosotros nos excluimos, a veces, con
nuestras ausencias y con nuestra vida, con nuestros pecados y desobediencias,
pero Él aguarda constantemente por todos nosotros, por cada uno de nosotros, Él
quiere a su rebaño unido y reunido.
En
la solemnidad del Corpus Christi, damos gracias a Dios por el don de la Eucaristía. Dios
con nosotros, en nosotros, en el alimento que nos vivifica, nos da nueva vida. Damos
gracias por el milagro de la Transustanciación: el pan deja de ser pan y el
vino deja de ser vino para convertirse en el cuerpo, sangre, alma y divinidad
de Cristo.
Damos
gracias porque la
Eucaristía renueva incruentamente el mismo sacrificio del
Calvario. Damos gracias porque comemos el cuerpo de Cristo y bebemos su sangre
como alimento y bebida. Damos gracias porque Cristo permanece realmente
presente en el Tabernáculo.
Pidamos a Dios que nos ayude a revitalizar la Eucaristía en nuestro vida cristiana, reconociendo que ella es el cúlmen y fuente de nuestra fe.
Pidamos a Dios que nos ayude a revitalizar la Eucaristía en nuestro vida cristiana, reconociendo que ella es el cúlmen y fuente de nuestra fe.
Invocación
mariana:
María, mujer eucarística por excelencia: atráenos a la Eucaristía: que sea el
centro de nuestra vida, el alimento del camino, el lugar de los encuentros
íntimos con tu Hijo, el vigor para la voluntad, fuente de santidad, causa
de nuestra salvación…
Que hoy demos una respuesta al Papa Francisco con
nuestra presencia ante la Sagrada Custodia
para que de rodillas ante el Señor pidamos por cada uno de nosotros, por
nuestras Comunidades parroquiales, por nuestras Diócesis, por la Iglesia Católica y por la
unidad de todas las Iglesias, que la fuerza del Espíritu Santo ponga humildad
en todos nosotros para que anhelemos esa unidad y trabajemos por ella.
También pidamos en este día por la unidad en el amor,
que viene de Dios, de todas las religiones de la Tierra, pues en todas ellas
siempre hay bondad, para que descubramos esa bondad y en ella la unidad y
podamos tener una convivencia pacífica y un corazón reconciliador y así evitar
que en adelante surjan más guerras y divisiones por las creencias religiosas.
Y pidamos por los no creyentes, para que la chispa de
Dios toque sus corazones y puedan encontrarse con el Señor al final de su
camino, Que nuestra Madre del Cielo nos acompañe en este caminar hacia la UNIDAD.
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