VI Domingo de Pascua
“Si me amáis, guardaréis mis mandamientos”
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 8,5-8.14-17:
Cuando los apóstoles, que estaban en Jerusalén, se enteraron
de que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron a Pedro y a Juan;
ellos bajaron hasta allí y oraron por los fieles, para que recibieran el
Espíritu Santo; aún no había bajado sobre ninguno, estaban sólo bautizados en
el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el
Espíritu Santo.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 3,1.15-18:
Glorificad en vuestros corazones a Cristo Señor y estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere; pero con mansedumbre y respeto y en buena conciencia, para que en aquello mismo en que sois calumniados queden confundidos los que denigran vuestra buena conducta en Cristo; que mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal.
Evangelio según san Juan 14,15-21:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre
que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la
verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en
cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros. No os dejaré
huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis
y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi
Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y
los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré
y me revelaré a él.»
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Va pasando el tiempo y vamos
avanzando en la Pascua
hacia la gran fiesta de la
Iglesia: Pentecostés. Las lecturas de la misa de este VI
Domingo ya nos hablan de el Espíritu Santo que va haciendo prodigios en la Primera Comunidad
Cristiana, de este Espíritu que Dios nos da como regalo de Jesús para aquellos
que le siguen, un DON decimos, una dádiva que no es mérito nuestro, es mérito
de Cristo que ha padecido por nosotros para que nosotros tengamos vida y esta
vida escondida en Cristo sea una vida abundante. Solamente si estamos en Comunión
con Dios el Espíritu obrará en nosotros, así vemos que sucedió en Samaria y así
sucedió en todas las nuevas Comunidades que se fueron propagando por el fuego
del Espíritu Santo allí donde llegaban los discípulos del Señor.
En la Segunda lectura el Apóstol
San Pedro nos pide que glorifiquemos con nuestra conducta el nombre de Cristo
Jesús, ser de Cristo conlleva un esfuerzo, un sacrificio, una manera nueva de
vivir la vida, si somos de Cristo Él vive en nosotros y nuestro corazón ha de
manifestarlo con mansedumbre aunque el dar este testimonio en ocasiones nos
lleve a vivir padecimientos por Cristo. Lo que viene a decirnos el Apóstol es
que si en la vida todos por una razón o por otra tenemos que sufrir y padecer
pues mejor es hacerlo haciendo el bien que haciendo el mal. Que se note que
somos del Señor, no solo en palabras buenas o edificantes, y sí más que en
palabras en buenas acciones. Lo que tantas veces decimos: “Las palabras
convencen, pero los ejemplos arrastran”.
El Evangelio es una llamada
llena de amor por parte de Jesús a todos los Cristianos, pero una llamada a la UNIDAD, unidos nosotros en la Comunidad Eclesial,
unidos a Jesús, y en Jesús unidos al Padre. Esta plena unión solamente podemos
lograrla mediante la acción constante de gracia y santidad que el Espíritu
Santo obra en el corazón de la persona y en el corazón de la Iglesia, la Comunidad. Por esto nos dice el Señor: “Si me amáis, guardaréis mis
mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre
con vosotros, el Espíritu de la verdad”.
Sin esta plena unión no sentiremos esa
presencia siempre viva de Cristo en medio de nosotros, estaremos como ovejas
sin pastor, como niños huérfanos, solos, dejados, abandonados…
El Espíritu Santo nos llena
de Dios, nos da sentido de pertenencia, nos muestra al Padre de todos que ama a
todos y vela por todos, solamente con el Espíritu podemos llegar a ese
conocimiento de Dios que nos ha de trasladar de este mundo que no deja de ser
un valle de lágrimas al nuevo Reino, reino de amor, de paz, de justicia, a la
salvación.
Acerquémonos con ilusión y
esperanza a la Fiesta
del Espíritu que se aproxima, para que viviendo en Él y por Él gocemos de las
dichas que nos otorga cada día y un día, cuando disponga llevarnos a su Casa
gocemos de la felicidad eterna,
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