¡Seréis mis testigos!
Jesús asciende al cielo. |
Celebramos este domingo la solemnidad de la Ascensión del Señor,
-antes era el jueves anterior, uno de nos tres que relucían más que el sol-,
pero que por no celebrar el jueves no deja de ser para nosotros una gran
solemnidad que de hecho se trata de celebrar UN MOMENTO DE LA
VIDA DE JESÚS en tres tiempos, es ese
momento que da plenitud a la vida de Cristo, su Resurrección, su Ascensión y el
envío del Espíritu Santo donde los cristianos completamos la fiesta de la CINCUENTENA PASCUAL.
En la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, el
Señor alecciona, antes de subir al cielo, a los Apóstoles y les da la misión de
propagar la fe, de anunciar el Evangelio hasta en los confines de la tierra.
Esto lo entendieron bien, y entendieron muy bien que ese “anuncio” que tenían
que hacer del Evangelio no se trataba solamente de proclamar, más bien es un
anuncio de “vivir”, el Evangelio si no se vive, esa Palabra recibida de Dios si
no se hace vida queda hueca, vacía y una palabra vacía no vivifica. Dieron su
testimonio hasta derramar su vida por Cristo. Se dieron ellos a Cristo.
En
la segunda lectura de San Pablo a los Efesios y a nosotros que recibimos su
enseñanza nos llama el Apóstol a recibir el Espíritu Santo, a vivir en Él y con
Él, ya que necesitamos que lo mismo que actuó en Cristo actúe en la Comunidad y actúe en
nosotros. Solamente si estamos en línea con El Espíritu seremos capaces de
entender a que estamos llamados y que esperanza de alcanzar la gloria del cielo
tenemos. No desaprovechemos tanta GRACIA que Dios nos da, vivamos alegres en el
Espíritu y manifestémosle a los demás, su GRACIA no nos es dada para ser
acumulada, como un tesoro, solamente para nosotros, damos y recibimos esta
gracia de Dios a los hermanos y a través de los hermanos fluye en nuestra
Iglesia.
El
Evangelio de Marcos nos dice algo que nos puede sorprender y que si no
prestamos atención hasta nos puede decepcionar. Dice que a los que crean en él
les acompañarán unos signos, que afianzan nuestra fe y a la vez nos da la
seguridad de estar en el camino correcto, pero en la práctica, estos signos de
echar demonios en su nombre, de beber veneno y no pasarnos nada, de coger
serpientes venenosas, de curar enfermos ¿Cuándo los hacemos?, ¿Cuándo yo he
curado un enfermo o he echado un demonio de una persona?, ¿Cuándo he podido
hacer un milagro?. No somos conscientes de haber echo esto nunca, pero si lo
analizamos sí es algo realizable, sí lo hacemos, en la Iglesia, en la Comunidad. Cuando
te entregas por los demás hasta gastar tu vida por ellos, cuando el mundo te
quiere envenenar con sus artes y sus mañas para que te apartes del camino que
tu sabes que es el correcto, aunque te cueste estar en ese camino, cuando eres
capaz de aconsejar a otro, cuando te das a Dios por amor al prójimo, la Iglesia realiza estos
signos en el mundo.
No
creamos que el camino que nos pide el Señor recorrer es un camino fácil, pero
recordemos que Él es la CABEZA
y su CUERPO es la IGLESIA,
allí donde está la cabeza está el cuerpo, si Cristo está en el CIELO porque ha
ascendido a él, nosotros estamos destinados a estar con Él, pero aún siendo
concientes de las dificultades que podamos encontrar por nuestra propia
debilidad o nuestros pecados, sabiendo que no es sencillo, tenemos que
involucrarnos con su Evangelio y hacerlo vida para proclamarlo hasta en los
confines del mundo. Tenemos que estar seguros de quien nos fiamos.
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