Para ello quiere que nos centremos en tres pilares
fundamentales de lo que es la
Misericordia: 1º Las
Obras de Misericordia que recordamos del catecismo, que son:
7 Corporales:
Visitar y cuidar a los enfermos.
Dar de comer al hambriento.
Dar de beber al sediento.
Dar posada al peregrino.
Vestir al desnudo.
Socorrer a los pobres.
Enterrar a los difuntos.
7 Espirituales:
Enseñar al que no sabe.
Dar buen consejo al que lo necesita.
Corregir al que está en error.
Perdonar las ofensas.
Consolar al triste.
Sufrir con paciencia los defectos de los demás.
Rezar por los vivos y por los difuntos.
El 2º pilar
fundamental es el Sacramento de la Reconciliación, la confesión, donde el
sacerdote tiene que mostrar la misericordia de Dios, no es un juez que juzga y
menos condena, es Cristo perdonando y amando. Por eso ha dada su vida por
nosotros, para mostrarnos su amor, cercanía, compasión. Su misericordia. El
hombre, y menos el sacerdote, no pueden menospreciar esta Misericordia del
Señor, tenemos que hacerla cercana, palpable, hacerla viva.
El 3º de
estos tres pilares es La
Peregrinación. Recobrar en la
Iglesia el sentido de la peregrinación, no hace falta que sea
a Santiago, a Roma o a Tierra Santa, puede ser a un Santuario cercano, lo
cierto es que seamos conscientes que el cristiano es un peregrino que camina
todos los días a una Patria definitiva que es el CIELO. Las peregrinaciones nos
ayudan a descubrir el valor de nuestro cotidiano peregrinar. En el camino
ayudamos al otro y en el camino experimentamos la gracia de ser ayudados por
los demás, nos necesitamos todos, nadie puede ser excluido, todos somos
necesarios.
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