A
Dios no le podemos guardar en un puñado de leyes, no se le puede “achicar” con
normas de las de toda la vida, con preceptos, con mera tradición.
Es
natural el choque de Jesús con los Fariseos, ya que Jesús está cargado de una
experiencia de intimidad y diálogo con Dios Padre, algo que no tienen los
fariseos y muchas veces, quizás con buena intención, querían un Dios tan
cercano al hombre que lo llenaban de “signos muy nuestros o muy a nuestra
manera” como pueden ser las leyes y las tradiciones.
Pero
para Jesús toda esa cantidad de leyes sobra, pues Dios ha creado al hombre
libre, y no esclavo de nada ni de nadie, y menos esclavo de la ley.
No
es que Jesús esté en contra de la ley, es que el Precepto de Dios que conocen
muy bien los fariseos del tiempo de Jesús pero parece que con tantos otros han
olvidado su fuerza: “Amar a Dios con todo el corazón, con toda la fuerza, con
todo tu ser… y al prójimo como a ti mismo” este precepto abarca todas las leyes
y hace que sean hasta innecesarias si se practica de corazón.
Es
natural que la fuerza de la experiencia de Jesús con el Padre rompa los odres
viejos y sea necesario para Jesús unos odres nuevos.
En los tiempos que vivimos, nosotros cristianos corremos el riesgo de ser un poco como los fariseos, no olvidemos que cristo vino a trael al mundo la LIBERTAD, no a atar al hombre con leyes. Sólamente una es necesaria para que nuestro mundo cambie a mejor, la ley del AMOR, del amor de verdad, al estilo del amor de Jesús al Padre y al mismo estilo de Jesús a la humanidad.
(La siguiente foto corresponde a un altar lateral de la Parroquia de San Andrés de Ormas (Cantabria), mi pueblo).
En los tiempos que vivimos, nosotros cristianos corremos el riesgo de ser un poco como los fariseos, no olvidemos que cristo vino a trael al mundo la LIBERTAD, no a atar al hombre con leyes. Sólamente una es necesaria para que nuestro mundo cambie a mejor, la ley del AMOR, del amor de verdad, al estilo del amor de Jesús al Padre y al mismo estilo de Jesús a la humanidad.
(La siguiente foto corresponde a un altar lateral de la Parroquia de San Andrés de Ormas (Cantabria), mi pueblo).
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