Dios mandó a su Hijo para que todos seamos UNO con el Padre y el Espíritu Santo.
Lectura del libro del Éxodo 34,4b-6.8-9:
«Si he obtenido tu favor, que mi
Señor vaya con nosotros, aunque ése es un pueblo de cerviz dura; perdona
nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya.»
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 13,11-13:
Alegraos, enmendaos, animaos;
tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con
vosotros. Saludaos mutuamente con el beso ritual. Os saludan todos los santos.
La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo
esté siempre con todos vosotros.
Lectura del santo evangelio según san Juan 3,16-18:
Tanto amó Dios al mundo que
entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él,
sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar
al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será
juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del
Hijo único de Dios.
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En
la primera lectura de este Domingo de la Santísima Trinidad:
Padre, Hijo y Espíritu Santo, donde ya desde la antigüedad se nos muestra un
Dios cercano al pueblo elegido, preocupado por sus situaciones y por sus desvíos,
un Dios que quiere estar en el centro del Hombre, en el centro de sus vidas y
en el centro de su Historia,
para lograrlo quiere, sobre todo estar en el corazón del hombre.
En
la segunda carta del Apóstol San Pablo a los Corintios nos anima a vivir
alegres, esto es reconociendo el Don de Dios que obra en nuestro corazón y en
nuestra Comunidad, este Don está muy presente en nosotros pues la semana pasada
hemos celebrado esta gran fiesta, Pentecostés.
Pero
no basta con vivir en la Alegría
del Espíritu, sabemos que el pecado causa estragos en nuestra vida cristiana,
en nosotros y en la
Comunidad, no hay un solo pecado pequeño o grande que afecte solamente
a la persona que lo comete, el pecado afecta a la Comunidad, cada pecado
por muy individual que sea quita o priva de la Gracia de Dios a toda la Familia del Señor, la Iglesia, por eso es
menester vivir sí en la alegría del Espíritu Santo, pero también buscar el
remedio a nuestros males con el arrepentimiento, el volver al camino, el enmendarnos
y hacer propósito de ser cada vez mejores. Si no hay un propósito serio la
enmienda no dará resultado, será insuficiente, tenemos que poner toda la
fuerza, la nuestra y la que recibimos de lo alto para que sea eficaz y cause en
efecto deseado, el estar en el camino del Señor por años sin término.
Por
último se nos pide en esta segunda lectura: “Animaos”, sin ánimo no somos
convincentes ni atractivos a los demás, el cristiano necesita llegar al otro,
ser atrayente, Mostar una manera de vivir distinta a la que el mundo ha
elegido. Lo vemos en el diario vivir, el hombre está devaluado y ha ocupado su
valor el dinero, hoy en día no importan las cifras de los hombres y mujeres,
las de jóvenes y niños que están en el umbral de la pobreza, que carecen de lo
necesario, que incluso mueren de hambre, para el mundo los números que mandan
son los del dinero, la bolsa, la economía de unos pocos que juegan incluso con
la vida de los demás, de la mayoría. Este es el crudo y real mensaje que quiere
hacernos ver en sus escritos y en sus homilías el Papa Francisco. Por eso hay
que animarse, no perder la esperanza y hacer atrayente el Evangelio de Jesús
como el único camino que da paz al hombre, que da vida al mundo, a este mundo
destrozado por el egoísmo, es decir, el pecado.
El Evangelio San Juan nos quiere llevar de la mano al mismo centro de Dios, el
corazón de un Dios que ha amado tanto al hombre, con tanta intensidad y tal
grandiosidad que se ha dado todo a él y para él, lo que podría ser una obra más
creada por Dios pasa a ser el centro de su creación, el hombre deja de ser algo
insignificante para ser en centro, la obra más grande en la que Dios ha puesto
todo su amor y se nos da como familia trinitaria. Como un Padre creador que nos
crea a su imagen y semejanza. Como el Hijo, que viene a nuestro mundo, asume
nuestra naturaleza para que lo sintamos cercano, para ser la Palabra del Padre, para
estar en nuestros corazones. Como el Espíritu Santo, Viento, Susurro o Tempestad de Dios que todo lo
abarca, lo crea, que a todo llega, que todo llena, que infunde calor en el corazón más
frío del hombre, que quiere hacer cada día todas las cosas nuevas para que el
Hombre pueda siempre retornar al corazón del Padre. "Me creaste Señor para Tí, y mi alma no encontrará consuelo y paz hasta que retorne a tí."
En
el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo empezamos todo en nuestras
vidas, esté presente en todo lo largo de nuestra existencia y puedan ser las últimas
palabras que sellen nuestros labios cuando el Señor nos llame a su Reino
glorioso.
Estamos celebrando también el día Pro Orantibus, aquellos y aquellas que dedican su vida a la Vida Contemplativa. En estos tiempos de crisis vocacional en los Monasterios Contemplativos valoremos más su oración, cargada de años, trabajos, achaques, enfermedades. Esa oración si que vale. La Iglesia se llena de oxigeno con los Monasterios Contemplativos, Oremos en este día muy especialmente por los que SIEMPRE ORAN POR NOSOTROS.
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