Sí, el tiempo
pasa, los que somos mayores nos damos cuenta con más facilidad por sufrir los
achaques que nos depara la vida. Da cierta pena ver a nuestro querido Papa
Emérito con el andador, pero así están más o menos los que tienen su edad, es
lo propio, es lo normal. Por eso, por sus achaques, por su movilidad, por su
edad quiso dar paso en la
Iglesia a un nuevo Papa con la fuerza necesaria para la lucha
diaria.
Pero no es motivo
de tristeza, como no lo fue el ver a San Juan Pablo II en aquellas imágenes del
final de su vida, -que Benedicto ha querido evitar-, la vejez nos muestra una
cara de la vida humana, que no es en sí ni mejor ni peor que otras distintas,
ya que por ley natural no podemos evadirla, tenemos que pasar por ella.
Lo que sí es
cierto es que hay que vivirla con dignidad, y el Papa Benedicto consideró más
digno y mejor para él y para la
Iglesia vivir este periodo de su vida sin que tenga que ser
una imagen cotidiana en la vida de un Papa, y a todos nos parece ya cosa normal
que el Papa, como todo hombre, pueda tener el final de su vida que estime,
pueda y quiera mejor para vivir y para hacer de sus dolores y padecimientos la
oración ofrecida a Dios de la
VIDA. De su vida.
Benedicto como
todo cristiano tiene la oportunidad de
hacer de su dolor ofrenda grata a Dios, es algo que se experimenta si se tiene
fe, triste es verse envejecer y sentirse anulado por la vida sin experimentar
la grandeza de hacer de la misma vejez y sus sufrimientos un holocausto a Dios. Para Dios nadie es un cacharro inútil, todo hombre, en toda edad es alguien muy especial.
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