Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 12, 1-11
Pedro recapacitó y dijo:
–«Pues era verdad: el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de la expectación de los judíos.»
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4, 6-8. 17-18
”Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida”.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 13-19
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo,
Jesús preguntó a sus discípulos:
–«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron:
–«Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»
Él les preguntó:
–«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
–«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió:
–«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo:
Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.»
–«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron:
–«Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»
Él les preguntó:
–«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
–«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió:
–«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo:
Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.»
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Primera
lectura: Sólo Dios libera, Dios arranca las cadenas de las esclavitudes de los
hombres. El hombre –como Pedro, encadenado por la injusticia de los hombres- es
liberado por el Señor.
En
la película INVICTUS vemos como Mandela vive por muchos años encerrado en una
celda de escasísimas dimensiones, muchos le preguntan que como pudo vivir
tantos años así, el contestaba que a pesar de estar preso sin embargo su
corazón, su espíritu era LIBRE. La mezquindad humana puede arrancarnos nuestra
libertad física, pero no así con nuestro corazón, con nuestro espíritu, el transciende
los muros del mal para vivir libremente. En la experiencia de la vida son
muchos hombres libres que pasan por la vida haciendo el mal, éstos, por más que
gocen y se diviertan son esclavos del mal y son presos del mal, están
encadenados por el mal, nadie puede encadenar un corazón bueno y noble como el
de San Pedro, ese permanece libre y nos da una hermosa lección.
He
corrido hasta la meta, he mantenido la fe. San Pablo nos anima a vivir con
fortaleza y miras altas la vida de cristianos. No podemos quedarnos quietos, el
cristiano tiene que ser cristiano en acción siempre, siempre corriendo hacia la
meta, siempre luchando para que no dejemos apagar la llama de la fe. Es como en
el Maratón, no importa ganar, no es la cuestión trascendental ganar o perder,
la cuestión es correr o quedarse quieto con los brazos cruzados, así por
supuesto no llegarás nunca a ninguna parte, tampoco al cielo, Dios no lo puede
hacer todo él, Él te da a ti la gracia y la fortaleza para que corras, para que
participes, para que luches por la victoria, la lucha en sí ya la recompensa. Así lo vivió en gran San
Pablo, su vida es un buen ejemplo de lo que ha de ser un cristiano, y también
de lo que no ha de ser pues el que no se esfuerza, el que no pone de sí no está
preparado para el cielo.
“Tu
eres el Mesías, el Hijo de Dios”, hermosa confesión de Pedro en el Evangelio de
este Domingo, pero no vamos a la iglesia, no nos reunimos en asamblea para ver
como confesaba su fe San Pedro o para ver como la propagaba por todos los
pueblos gentiles San Pablo, vamos a la iglesia porque Cristo te hace a ti una
pregunta y esa pregunta tu tienes que contestársela a Él, pero esa contestación
no es una cuestión personal tuya y del Señor, no te salvas individualmente, te
salvas en Comunidad y tu respuesta o es pobreza para todos o enriquece a todos,
dependiendo de si estás plenamente con el Señor o vas a tu bola.
Ciertamente
que para vosotros, queridos lectores, o para los que acuden al templo cada
domingo, Dios ya obra en vuestros corazones, de lo contrario ni te molestarías
en leer esto ni tampoco te molestarías en acudir a la
Misa. Pero tenemos que reconocer que en
nuestra sociedad se da una escasez de VIRTUD que empequeñece al hombre y por
tanto dificulta la acción constante en nosotros de la fuerza del Espíritu
Santo.
En
el Evangelio Jesús le dice a Pedro que esa confesión maravillosa de lo que es
Jesús no es de él, es de la acción del Espíritu Santo que está en él. ¿Pero por
qué está en él?, simplemente porque ha dispuesto su corazón a la acción del Espíritu.
En
nuestro ambiente vemos a muchos “dejados” de las cosas de Dios. Unos por que se
cierran a la misericordia de Dios, se creen malos e incapaces de alcanzar la
salvación, no son conscientes que para salvarse simplemente hay que
encaminarse, hay que correr la carrera, hay que ponerse en marcha, cuando te
llegue la fatiga es Dios quien se encarga del abastecimiento de energías, Él en
eso siempre es espléndido. Lo que tú no alcanzas, hasta llegar a la meta, será
cosa suya, Él sabe muy bien eso de dar empujoncitos.
Por
otra parta están otros que son creyentes, pero que piensan que con la fe solamente
ya están salvados, luego viven la vida pasivamente esperando que sea Dios el
que se encargue de hacer todo mientras ellos se encuentran cruzados de brazos, estos
también se cierran a la Gracia
de Dios, pues Dios espera de nosotros el esfuerzo. Es el ejemplo de superación
y de esfuerzo el que los Santos Apóstoles Pedro y Pablo nos dan en el día de hoy,
imitemos sus vidas que entonces llegaremos gozosos a nuestra meta.
Se
dice que en unas fortísimas inundaciones el agua arrastraba a un hombre, pero
este era un fanático religioso que lo esperaba todo de Dios directamente y
mientras iba arrastrado por el agua gritaba a Dios que le salvara.
Uno
le lanzó un salvavidas con una cuerda, pero él pendiente de Dios no le hizo
caso, lo mismo sucedió con el que arriesgando su propia vida le acercó un gran
trunco para que se agarrara a él, lo mismo con el que se aventuró con una pobre
barquita para aproximarse. Ni caso.
Cuando
murió y llegó al cielo recriminó con dureza a Dios por su abandono y Dios le
contesta: Pero ¿que quieres que yo hiciera por ti?, te mande un salvavidas, te
mandé un tronco, te mandé una barquita y no hiciste caso.
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